La última noche de la temporada es la de las fiestas en la Fórmula 1. En Abu Dabi, treinta grados y un sol de justicia, se cruzan buenos deseos para la Navidad entre colegas que no se verán por lo menos hasta enero. Los hoteles dignos de las «Mil y una noches» de Yas Marina, al pie del circuito que descabalgó a Fernando Alonso de su tercer Mundial, llenan sus garitos de música y baile. Salas de diseño, brindis con champán y buenos deseos para el futuro. Red Bull reventó la discoteca del Park Inn para adorar a su ídolo Sebastian Vettel, el campeón más joven de la historia, 23 años y cuatro meses, y celebrar el doblete tras haber ganado ya una semana antes el título de constructores.
Por la fiesta de la escudería austriaca pasaron en un momento u otro representantes del resto de escuderías. Con una excepción. Ningún representante de Ferrari._La Scuderia tenía prevista su propia fiesta, pero los errores de Yas Marina obligaron a una cancelación anticipada.
El asturiano pasó una mala noche, la más triste desde que está en las carreras. Buscó refugio en su círculo íntimo, el que siempre le ha sido fiel. Cena ligera para pasar el trago, el mal trago, en compañía de su representante, Luis García Abad; de sus dos fisioterapeutas, Edo Bendinelli y Fabri Borra, y la visita posterior de Andrea Stella, ingeniero de pista del nuevo subcampeón del mundo. Conversaciones breves, caras largas y temas banales para desviar la tensión. No había quien animara al piloto, aunque al final hasta sonrió con la escena divertida de una de las mesas españolas.
Apenas prestaba atención al imponente restaurante del hotel Yas, el que luce junto a una de las curvas del circuito. Momento de recogimiento íntimo y buenos propósitos para el año que viene. Anhela un coche dominante, porque está convencido de que con mucho menos de lo que tenía Red Bull podría haber estado en lo más alto. Así lo reflejó en el diario que firma en la página web de Ferrari. Webber, el otro derrotado, compartía mantel y confidencias con su esposa. Son buenos amigos Alonso y el australiano, atrapado éste en una complicada relación con Red Bull, como el asturiano cuando pasó por McLaren.
En la otra punta de Abu Dabi, junto a la playa, la colonia británica se divertía en el Amber Lounge, el negocio de Sonia Irvine (hermana del ex Ferrari Eddie Irvine) en torno al ocio nocturno en las carreras.
Había escarapelas de todos los equipos. Encargados de prensa, de protocolo, de marketing, camareros, mecánicos, ingenieros... y al menos una docena de pilotos en las zonas reservadas.
Otra vez la ausencia de cualquier indicio ferrarista, hasta que apareció la colonia brasileña. Nadie de la Scuderia salió esa noche menos Felipe Massa. Cantó bossa nova con su amigo Rubens Barrichello, guías ambos de los jóvenes Di Grassi y Bruno Senna en las noches de la Fórmula 1. No se ocultó el paulista pese a la enorme decepción de toda su escuadra.
Despuntaba el día en el golfo Pérsico y el Allure, club de moda en el emirato con vistas a la marina, echaba el cierre a una sesión de música electrónica en la que el catalán Jaime Alguersuari era el encargado de marcar el ritmo. Estaba radiante el joven piloto de Toro Rosso con los dos puntos que arañó en Abu Dabi, una gran novena posición para cerrar la temporada.