Con el casco puesto y la parrilla hirviendo en un bullir de mecánicos e ingenieros, Fernando Alonso se recuesta en el monoplaza y cierra los ojos. Se ausenta. Parece que se queda dormido y llega a desesperar hasta a sus más íntimos, que se conocen la rutina al dedillo. De pronto, se activa y aparece el piloto. Máxima concentración para manejar el embrague con mimo en la salida, el primer momento clave los domingos de Fórmula 1. Su última vez en Bahrein sufrió un desmayo nada más acabar, agotado para solamente terminar octavo con el viejo Renault. Ayer ganó en Sakhir, dio una lección de las suyas y se bajó del coche silbando. Llegó fresco, como sus neumáticos duros, que lo acompañaron sin problemas durante 36 vueltas. Y eso que ayer pudo perder unos 2,5 kilos tras permanecer una hora y cuarenta minutos en un minúsculo habitáculo donde no se baja de los 40 grados. El litro de agua que lleva en el coche regresa casi intacto porque después de diez minutos en la pista no hay quien beba un caldo que en uno de estos días de desierto entrará en ebullición.
Cuando lo ve salir impecable, Edoardo Bendinelli, su fisioterapeuta en las carreras lejos de Europa, descansa. El trabajo da sus frutos. Esta temporada no lo acompaña el fiel Fabrizio Borra, que es el diseñador de todo su programa físico, pero que ya no está en los grandes desplazamientos. Ahora su hombre de confianza es Edo, sobrenombre del italiano. De plena confianza porque hace años que es la pareja de Lorena, la hermana del piloto y en cierto modo responsable de todo el «huracán Alonso» al rechazar de niña el kart que su padre le había construido.
Fresco como una lechuga, con el mono recién cambiado para lucir en televisión, el asturiano expresó toda su satisfacción por la primera victoria bajo el techo de Ferrari. «Será difícil que olvide este día. Es una victoria que significa mucho después de meses preparándonos en la fábrica y de la toda la pretemporada». La dedicatoria fue directa para «los chicos de Maranello y para los mecánicos, que tuvieron que darlo todo al cambiar el motor por la mañana». Y también para el presidente de la Scuderia. Montezemolo fue el primero que lo felicitó por teléfono tras verlo por televisión. «La victoria va para él, que ha sabido motivar a un equipo entero. Y también para los seguidores de toda España».
Un triunfo que empezó a fraguarse en la primera vuelta, cuando pudo adelantar a Massa en el fragor de la salida. «Estas cosas no se planean. Tenía que defenderme de los que venían detrás y cuando llegué a la curva vi que lo podía hacer. Hay que ser agresivo, pero controlando la situación porque lo importante es volver de estas primeras carreras con unos buenos puntos para el campeonato. Las tres o cuatro iniciales serán cruciales y es un buen golpe haber sido los primeros, gracias al gran coche que tenemos».
Alonso reconoce que tuvo «un poco de suerte» con la avería de Vettel. «Sabía que era difícil pasarlo y estaba a la espera de la ocasión, dosificando con la idea de apretar en las últimas diez vueltas». Luego, como siempre que tiene la victoria en el bolsillo, sufrió en el último giro. «Se me hizo muy larga porque iba con cuidado de no subirme a los pianos y escuchando los ruidos del motor».
Sin casi haber saboreado la gloria del primer éxito, ya pensaba en hacer borrón y cuenta nueva para Melbourne. «Vivimos este momento con pasión, pero tenemos que pensar que en Australia hay que empezar desde cero y así debe ser en cada circuito», concluyó.