Una película de cine cambió la vida de Javier Pérez cuando ni siquiera tenía uso de razón. En la sala, un anuncio cautivó a su padre. Era una oferta del Gobierno australiano para trabajar en el país. Pagaban el viaje, conseguían alojamiento y garantizaban colocación. Una tentación en 1962 para un padre de familia que se ganaba la vida en las minas asturianas. Y así fue que Javier Pérez, ahora arquitecto, 50 años recién cumplidos y con doble nacionalidad (australiana y española), comenzó su vida en el lugar más lejano de su Villaviciosa natal, cuando sólo tenía 2 años.
Javier paseaba orgulloso su español con fuerte acento australiano por el circuito de Albert Park. Iba enfundado en una camiseta del Sporting, gorra con el escudo nacional y bandera de Asturias firmada por Fernando Alonso. «Son mis dos pasiones, pero el piloto me da más alegrías», dice al tiempo que recuerda cómo «me hice del Sporting un verano en Villaviciosa, porque lo eran mis primos, pero mi padre y mi hermano son del Oviedo».
Junto a él, inseparable, Shandra Cohen, nacida en Australia pero asturiana por convicción. «Tenemos shidra», dice en su esforzado español. Javier matiza: «No la podemos pasar al circuito, es mi padre el que la hace y le sale buenísima. Y yo le ayudo». Con un padre nacido en Amandi y una madre en Carda, muy cerca de la fábrica de El Gaitero, estaba cantado que la tradición sidrera viajaría a las antípodas. Las vacaciones de la familia tienen destino asturiano cada dos o tres años. «Hace poco llevé a mi hija de 20 años para que conociese a sus primos y tíos». Javier no falla en el GP de Australia. Compra las entradas todos los años y aguarda por una victoria de un Alonso que le acerca su querida Asturias una vez al año, cuando el otoño empieza a anunciarse en Australia.