El primer Gran Premio de la temporada sirve no sólo para establecer como es lógico la primera clasificación del año, sino también para transmitir sensaciones a los aficionados. Esperanzas o decepciones. Y en el capítulo de las primeras hay que colocar al nuevo Ferrari de Fernando Alonso, que lograba ayer una trabajadísima e ilusionante segunda plaza con su «cavallino» en el GP de Australia, por detrás de un KimiRaikkonen brillante con su Lotus y por delante de un Sebastian Vettel que acusó notables problemas con su Red Bull durante la carrera tras haber logrado una cómoda pole en la atípica sesión de clasificación disputada sólo unas horas antes.
Cinco años, desde que en 2007 fuera segundo con McLaren, llevaba Fernando Alonso sin subir al podio de Albert Park. Tres cuartos y dos quintos habían sido sus últimos resultados. La segunda posición de ayer significa, pues, un paso adelante, pero no sólo cuantitativo en puntos, sino especialmente cualitativo en aspiraciones. Este F138 salido de Maranello sí parece en condiciones de competir con los de cabeza, de plantar batalla en la lucha por la corona final. Esa que se le resiste a Ferrari precisamente desde 2007, cuando lograba su último título con Raikkonen.
El finlandés ganó en aquel 2007 en Melbourne y estaba de nuevo ayer en lo más alto, aunque ahora con un sorprendente Lotus que confirmaba así las excelentes perspectivas que había apuntado ya en los tests de pretemporada de Montmeló. Raikkonen, brillante, supo llegar hasta la cabeza sin hacer ruido, sacar el máximo provecho del binomio Lotus-Pirelli y certificar así su condición de aspirante.
Salía Kimi desde la séptima plaza en la parrilla justo por detrás de Fernando Alonso y supo aprovechar el rebufo y el camino marcado por el asturiano para acompañarlo en los adelantamientos. El ovetense daba cuenta de Mark Webber (Red Bull) en la misma recta de salida y en la tercera curva superaba ya al MercedesMercedesMercedes de Lewis Hamilton. Al completarse el primer giro era tercero tras un Felipe Massa que no aceptaba escalafones jerárquicos dentro de Ferrari y de un Sebastian Vettel que exprimió en las primeras vueltas el rendimiento de un Red Bull que iría claramente a menos con el paso de las vueltas.
Con el cielo amenazando lluvia, pero respetando la carrera tras el caos vivido la víspera, el primer golpe de efecto se produjo en la vuelta 21.ª, cuando Ferrari decide adelantar el segundo paso por el garaje de Alonso. La jugada, que era al tiempo una llamada de atención para el «rebelde» Massa, tuvo un resultado positivo y el asturiano adelantaba a Vettel y a su compañero para situarse cuarto tras tres pilotos decididos a ir a sólo dos cambios de neumáticos: Raikkonen, que en el más completo silencio se hacía con la cabeza, Hamilton y Rosberg.
Empezó entonces Alonso una pelea por escalar posiciones que fue desgastando sus fuerzas. Primero con Rosberg, que rompía su MercedesMercedesMercedes (giro 27.º) precisamente en el momento en el que el asturiano le tenía a golpe de DRS, y luego hasta superar por segunda vez en pista a un Hamilton (31) que a punto estuvo de emburriar al ovetense en una de esas frenadas al límite tan habituales en el piloto inglés. Sólo unas vueltas después (34), cuando Kimi realiza su segundo y último cambio de neumáticos, Fernando Alonso se encontraba en cabeza, lo que no ocurría desde el GP de Alemania hace ocho meses.