No se pudo reprimir y cuando le tocó hablar para festejar la victoria le salió una puñalada directa al corazón de su propio equipo. «¿No está nada mal para el segundo piloto, verdad?». Llegaba Mark Webber encorajinado a la carrera porque Red Bull había herido su orgullo. El sábado le quitaron su alerón nuevo para dárselo a Vettel, que había destrozado el suyo. Un feo poco visto, añadido a lo del viejo chasis que le habían encajado tras su accidente en Valencia. Así que cuando se subió al morro del monoplaza tras ganar el GP de Gran Bretaña lanzó los puños al aire como un poseso.
Le había salido la carrera perfecta. Arrancó por la parte sucia, pero tuvo arrestos para plantear a Vettel un pulso casi suicida. Salió ganador y desde ahí construyó su victoria. Mantuvo a Hamilton a raya y se tomó bien fría la venganza por todo lo que había sufrido. Él, un veterano con 150 carreras en la mochila, no se merecía un trato de juvenil.
Webber es un tipo peculiar, amante del triatlón, antiguo representado de Flavio Briatore y novio de Ann Neal, su agente ahora. Ella le pidió al principio de la temporada que «al menos» ganase en Mónaco y Silverstone. Dicho y hecho. Pero es que ganó también en España y acaba de superar a Vettel en el Mundial. Webber es tercero, con 128 puntos, y con su victoria reabre el debate sobre el liderazgo en Red Bull. «El sábado estaba muy enfadado y creo que esta semana tendremos una conversación muy seria», dijo en plena euforia. Es curioso que cuando su relación con el equipo está muy deteriorada, más que nunca en sus cuatro temporadas, sólo hayan pasado unas pocas semanas desde su renovación.