No ha trascendido si finalmente en Red Bull existió aquella conversación tan seria que anunció Mark Webber después de ganar en el circuito de Silverstone. El australiano se creció tras su tercera victoria del año y utilizó el amplificador de la radio del equipo para anunciar al mundo que se sentía maltratado. «No está mal para el segundo piloto, ¿verdad?», dijo.
Le habían quitado su alerón nuevo para dárselo a Vettel, que había arruinado el suyo, e incluso así ganó. «Esta semana hablaremos seriamente», todo un reto al equipo desde la atalaya de la rueda de prensa de los ganadores. Guerra abierta en Red Bull, el equipo del buen rollo, de la música continua en el paddock y de la cerveza para todos los jueves por la tarde. La guerra entre Vettel y Webber parecía impropia para la imagen de jóvenes triunfadores que venden los austriacos. Con conversación o sin ella, todo ha cambiado al llegar al circuito de Hockenheim.
Nadie en Red Bull lo reconoce, pero el preferido es, sin duda, Vettel. A él le cambiaron el chasis en cuanto se quejó y el episodio del alerón es cristalino. Alemán en una casa austriaca, hermanos de idioma y de cultura. Además, es joven y fresco, justo la imagen que gusta para la bebida de las alas. No es que Webber los disguste, todo lo contrario, entonces no se entendería su reciente renovación por un año, pero es que les viene mejor Vettel.
En 2009 Mark Webber cumplió su papel de fiel acompañante, pero esta temporada se ha destapado. Está en el final de su carrera y posiblemente delante de su última oportunidad de hacer algo grande. Y además es tercero en el Mundial, con siete puntos más que Sebastian Vettel. Por eso le dolió verse desplazado el otro día. Ahora rebaja el discurso, quizás en busca de la paz interna en el equipo como la única garantía que le queda para seguir surfeando la ola.
Gran cambio entre lo que dijo ayer y lo de dos semanas atrás en Silverstone. «Creo en la igualdad de este equipo. No pilotaría un coche medio segundo más lento, ni siquiera merecería la pena venir a trabajar». Declaraciones conciliadoras en busca de la paz, por mucho que en la rueda de prensa que compartió el jueves con su compañero Vettel no cruzasen las miradas ni una sola vez, y mucho menos se dirigiesen la palabra.
Con guerra o sin ella, Red Bull sigue teniendo un coche que ofrece muchas garantías. Son favoritos hoy para la pole y un rival a batir en la carrera de mañana. Por eso Webber calla, a la espera de que la pista le conceda alguna de sus pocas opciones de crecer por encima del joven Sebastian Vettel. En la confrontación el australiano tiene todas las de perder.