Devoró uno por uno al pelotón de los torpes, a los lentos. Cayeron de maduros Glock, Yamamoto, Di Grassi, De la Rosa, Trulli y Liuzzi y por delante Vettel mandaba a la calle a Button. El inglés se fue directo a casa y el de Red Bull se perdió al fondo del pelotón.
Alonso se encontró entonces taponado por Kobayashi. Estaba noveno, con los dos Mercedes (Schumacher y Rosberg) sin hacer el cambio de neumáticos. Soñaba con la sexta posición porque el japonés debía caer tarde o temprano.
Y llegó el último chaparrón. El definitivo. Se fueron todos a los garajes y el asturiano le robó la cartera a Rosberg. Octavo. Poco premio, cuatro puntos, pero ya era algo con Button y Vettel fuera de combate, a pesar de que Hamilton y Webber llevaban velocidad de crucero en cabeza.
Pero el Ferrari sólo aguantó cuatro vueltas más en la pista. Apareció el maldito piano para mandar a Alonso a casa antes de tiempo. En la zona de Malmedy el asturiano se arrimó demasiado al costado. Pisó la pintura y terminó su carrera de mala manera, con el coche atravesado en la pista.
Por segunda vez, igual que en el incidente del comienzo, aparecía el coche de seguridad con el español implicado. La carrera renació por momentos, Hamilton temió por el acoso de Webber, pero manejó bien la presión cuando el Mercedes de las sirenas naranjas dejó la pista.
Fue un poco después cuando Alguersuari se peleó con Liuzzi, y acabó por adelantarle. Terminó décimo, un punto de oro, pero con el barcelonés camino del aeropuerto, la FIA dio la noticia. Sancionado por acortar la chicane. El joven de Toro Rosso lo negó vía Twitter. «Yo iba delante». El desastre español lo completó De la Rosa. Tenía un punto en su mano y perdió el control cuando la carrera agonizaba. Al final, decimosegundo. Que toda la suerte regrese en Monza.
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Button (izquierda) se queja a Vettel de la acción que arruinaba sus aspiraciones. / reuters