Heike Feldkamp, la alemana colocada a última hora al frente del departamento de prensa del Hispania Racing Team (HRT), se hizo discretamente a un lado al tiempo que el coche de Bruno Senna abandonaba el garaje y se lanzaba a la pista con el característico petardeo de los F1. No quería que las cámaras capturasen sus lágrimas, su liberación por la tensión contenida tras unos días frenéticos, infernales para ella, muñeco del pimpampum de los periodistas que buscaban sangre en el equipo español, ávidos de una buena historia de fracaso a las puertas de la línea de meta o, en este caso, de la salida.
Detrás de HRT se esconde una historia de meses llenos de dudas, una carrera de obstáculos que llegó ayer a puerto, no sin rodeos, polémicas, cambios de dueños y directores, pero que detrás oculta un equipo humano de trabajadores que se han dejado la salud y media vida para poner dos coches en la rampa de salida de la Fórmula 1.
Por el camino se queda Adrián Campos, arquitecto del proyecto de la mano de la empresa de comunicación Meta Image, y excluido cuando el castillo de naipes estaba a punto de derrumbarse, víctima de impagos a los italianos de Dallara, encargados de construir los coches. El valenciano figura ahora como vicepresidente pero está apartado de la dirección deportiva y ni siquiera se encuentra en Bahrein. Fue una de las clásicas jugadas de Bernie Ecclestone la que salvó la idea. Garantizó los pagos y se las arregló para que el constructor malagueño afincado en Murcia José Ramón Carabante se hiciese cargo de la propiedad. Y luego le sugirió que Colin Kolles, rumano de Timisoara con pasaporte alemán, debía pilotar el proyecto a pesar de que los susurros del paddock no sitúan su reputación a la cabeza en el ranking de gestores.
Carabante estaba ayer exultante por haber podido dar la vuelta a una tortilla que parecía imposible despegar de la sartén. Le escoltaba José Ángel de la Casa, autor del gallo más famoso de la televisión en España («¡¡Señor… gooool de Señooooor!!») en aquel partido del 12-1 a Malta, convertido ahora en asesor del constructor. Será su hijo José quien pilote cuando se haya estabilizado la cosa, cuatro carreras se da de margen el empresario.
Quedan flecos sueltos por atar, como la supuesta presencia en la sombra de inversores alemanes (¿Volkswagen?) a los que Carabante traspasaría el poder cuando la nave alcance velocidad de crucero.
Sea como sea, un equipo de bandera española, destacado rojo y gualda en la carrocería del monoplaza, rodó ayer en la pista de Bahrein. Ni test de pretemporada, ni ensayos ni nada. Directos al asfalto, con el coche todavía caliente después de varias noches sin dormir. Respiró de alivio Toni Cuquerella, ex ingeniero de pista de Kubica en BMW-Sauber y embarcado junto a Campos en la idea loca de poner un monoplaza nacional en el Olimpo del automovilismo. Con él, un equipo de confianza formado con los españoles que andaban por otras escuderías: Ángel Baena (BMW), Xevi Pujolar (Williams) y un puñado de técnicos hasta la decena de nacionales que se dejaron las pestañas en la aventura a razón de cuatro horas diarias de sueño en los últimos meses.
Hasta que Bruno Senna, sobrino del mítico Ayrton, salió ayer por la mañana a dar tres vueltas de instalación para comprobar los sistemas. En la sesión de la tarde encadenó diecisiete giros y justo al final terminó fuera de la pista porque una tuerca mal apretada quiso salirse de la rueda. Cosas de las prisas. Mientras, el indio Karim Chandhok esperaba en el garaje a que su coche estuviera a punto. Se le espera en la sesión libre de hoy.
Al final del día, el más intenso de sus vidas para la nueva familia Hispania, Heike reunió todas sus fuerzas y remató la faena. «Hispania Racing F1 Team hace historia en Bahrein», decía el titular del comunicado que redactó la alemana.