«¡Avanti Fer, Avaaaanti!», gritó Stefano Domenicali por la radio. El segundo «Avanti» le salió con la fuerza de un tenor. Fernando Alonso llenó de risas y gritos el canal de comunicación del equipo. Locura en el garaje de Ferrari. Había ganado el GP de Corea del_Sur, su quinta victoria de la temporada, la tercera en las cuatro últimas carreras, y volvía al frente de la clasificación. Líder a falta sólo de dos carreras. Luego todo volvió a la calma. Serenidad calculada en la escudería; mitad por prudencia, mitad por superstición, en una tarde que pilló a contrapié a los italianos. Trabajan para ganar el título en Abu Dabi, pero ni el más entusiasta contaba con la posibilidad de que Alonso fuera ya campeón en Brasil dentro de dos semanas.
El jefe de Alonso trata de marcar los tiempos. Transmite un mensaje de serenidad. «Quiero que todos mantengan los pies en el suelo porque todavía no hemos conseguido nada», mantiene Domenicali, de quien parte una línea que inunda en cascada a toda la escudería. En los corrillos del paddock, con la noche ya sobre el circuito de Yeongam, Luca Colajanni ejercía con mesura la portavocía de la firma del cavallino. «Calma, calma», pedía a los reporteros, italianos y españoles la mayoría, que le reclamaban cuál era la temperatura del equipo una vez que se veían líderes.
Ferrari mantiene el mismo perfil durante toda la temporada. Cuando todo iba mal, cuando Alonso estaba a 47 puntos del líder después de Silverstone y las pistolas ya estaban cargadas contra Domenicali, el mensaje era el mismo. A Stefano le miran con lupa desde que tomó las riendas del equipo en 2008. Ese Mundial lo perdió con Massa de forma lamentable y ganó el de constructores in extremis. El pobre papel del año pasado le ponía bajo el signo de interrogación. Los críticos se reforzaron en la primera parte de la temporada, cuando entre el equipo y Fernando Alonso encadenaron una serie de errores que les dejaban lejos de los líderes.
La victoria de Corea del Sur es un bálsamo para Domenicali, que necesita su primer título en la scuderia para convencer a los dudosos. Su papel nunca fue fácil. Economista de formación, le afean que no tenga estudios de ingeniero y que haya «italianizado» el equipo, lo que algunos entienden como una debilidad. Más dialogante que severo, es de los pocos que sonríen en un mundo que valora la imagen adusta.
Sustituir a Jean Todt, el guía de la época dorada de Michael Schumacher, era una pesada losa. Domenicali dio protagonismo a los italianos que vivían en segunda fila bajo la alargada sombra de Todt. De allí surgieron, por ejemplo, Andrea Stella, el ingeniero de pista de Alonso, y otros muchos que ahora dirigen el equipo.
A la espera de títulos, la unión en Ferrari es total. Y Domenicali trata de mantener la tensión, porque la victoria de Corea del Sur no servirá de nada si no están a la altura en Brasil. Además, el fiasco de Red Bull abre una posibilidad que estaba prácticamente descartada. «Todavía debemos sumar muchos puntos, además que ahora el otro campeonato (el de constructores) está ahí para nosotros», dice Domenicali mientras ve a Ferrari con 374 puntos por los 426 de Red Bull y los 399 de McLaren. La distancia es grande, pero en Yeongam, Ferrari recortó 40 puntos a Red Bull y 22 a McLaren.
Y culmina: «El triunfo de Fernando Alonso es un mensaje que nos refuerza ante las próximas _carreras».