El temor a última hora venía desde los ordenadores. Alguien corrió la voz de alarma por el paddock, un ecosistema que absorbe las noticias y las devuelve amplificadas. Lo nimio toma categoría de trascendente. En el «Circo» de la F1 viven unas 3.000 personas. Una villa itinerante de caras conocidas que sólo se saludan fuera del entorno, en un aeropuerto, en un avión, en un restaurante de cualquier esquina del mundo. El susto vino esta vez de un radar meteorológico. «Me apuesto 50 euros a que no se celebra la clasificación», suelta un periodista alemán. Dice el reportero teutón que caerán 77 litros por metro cuadrado. Un chaparrón durante los entrenamientos libres de hoy y también para la pelea por la pole.
Es cierto que desde el inicio de la semana se señalaba el sábado como día crítico en cuanto al clima. En Ferrari tenían otras preocupaciones. A bote pronto, el resumen de ayer asusta: dos coches que se paran y regresan al garaje en la grúa de asistencia. Un drama cuando ya gira la ruleta del campeonato.
El motor de Fernando Alonso se rompió en la primera tanda libre. ¿Explicación? Era la unidad con que ganó en Bahrein y, en su último tramo de vida, debían cambiarla antes de las pruebas de la tarde. Pero cayó tres vueltas antes de finalizar la sesión matinal y de ahí vino la alarma. «Es bueno que esto pase los viernes porque el equipo lo estudia y así el sábado y el domingo rodamos en un modo más conservador si ven que hay algo al límite. De los problemas se sacan muchas conclusiones», explicó Fernando Alonso.
A Felipe Massa le falló el embrague por la tarde. Pasó de largo en la curva 2, con violencia sobre el piano y, a continuación, no podía engranar las marchas. Era en realidad un problema eléctrico lo que dejó fuera de juego la gestión de la caja de cambios.
Contratiempos aparte, el día de trabajo libre terminó con los dos Red Bull al frente, esta vez Vettel por delante de Webber y Alonso a continuación. Nada nuevo. «Si os hubieran pedido dinero para apostar, todos habríais colocado a estos dos en primer lugar», lanzó Alonso cuando le cuestionaron por el nivel de preocupación que le suponía el dominio de los coches austriacos.
Lleva Ferrari varios días esquivando ataques. De Max Mosley, de Red Bull, hasta de Bernie Ecclestone, posicionado a favor de Vettel o Webber, le da igual al patrón inglés del negocio. «No creo que en otros equipos haya una relación entre pilotos como la que tenemos Felipe y yo. Nos tienen envidia», es la razón que encuentra Alonso para los ataques desde varios frentes.
En la pista el asturiano perdió cuatro décima en su mejor vuelta respecto a Vettel. Más o menos la tónica de la temporada. Alonso, curiosamente, ha clavado en Interlagos el viernes de Monza y también el de Singapur, donde logró las dos victorias que le relanzaron. Una primera sesión discreta y una segunda a la sombra de los Red Bull. Cuando fue el más rápido, en Spa y también en Mónaco, la cosa acabó en tragedia. «Sería mejor que estuvieran detrás, pero no es ninguna novedad. Lo importante es que McLaren esté detrás de nosotros y también Renault, que alguna vez nos ha puesto en apuros. En realidad, cuando tenemos que batir a Red Bull es el sábado (por hoy)».
Alonso utilizará hoy y mañana el motor ganador de Monza. Una unidad con 500 kilómetros, todavía con vida para otros mil. «La diferencia entre un motor usado y uno nuevo es inapreciable. Sólo unas centésimas. No creo que ése sea el problema. Siempre preocupa más la fiabilidad», asegura el asturiano.
En la imagen la grúa se dispone a llevar al garaje de Ferrari el coche de Massa (derecha) mientras Alonso pasa delante de ellos. sergio moraes / reuters
