En cada semáforo rojo Carlos deja unos metros de distancia con el coche de delante. Crea una vía de escape. El conductor, paulista de 34 años, maneja los protocolos mínimos de seguridad. No quiere sustos para sus pasajeros. En pleno atasco, a un par de manzanas del hotel, no permite cubrir la distancia a pie. Es igual que transite por Jardins, un barrio de São Paulo que no parece São Paulo. Lo más «fashion» en hoteles, tiendas y restaurante está allí. Los cristales del coche van tintados, prohibido bajarlos, que para refrescar ya está el aire acondicionado. «Esto no es una zona peligrosa, pero nunca se sabe», justifica. Las noticias acaban por darle la razón. Jenson Button, involucrado en un asalto por un grupo armado a la salida del circuito de Interlagos. El piloto inglés escapó sin daños.
Un intento de atraco al vigente campeón del mundo Jenson Button es motivo bastante para dislocar el paddock. Se supo en la medianoche del sábado, a unas horas de la carrera. El Twitter echaba humo en los móviles y en el Fogo de Chao, la churrasquería más popular en el paddock, la noticia volaba de mesa en mesa.
Seis individuos rodearon el Mercedes clase B con blindaje antibalas que llevaba hasta el Hilton a Button. Viajaban también su padre, el pintoresco John Button, su fisioterapeuta, Mike Collier, y su agente, Richard Goddard. Dos de los bandidos gastaban revólver y un tercero, metralleta. Lo contó el piloto en rueda de prensa un rato antes de la carrera: «Estaba muy asustado. Había oído cosas así otros años, pero no sabes lo que se siente hasta que te pasa», dijo.
El héroe del día se llama Daniel Toni, un ex policía que hacía de conductor y guardaespaldas. Huyó con una maniobra evasiva, gracias al espacio de seguridad que había dejado al parar. Se abrió paso a golpetazos entre los demás coches parados y puso a salvo al piloto. La imagen de los cacos armados se perdía en el retrovisor.
Interlagos era un fortín ayer, con coches de Policía por todas las esquinas. El atraco frustrado a Button hace de altavoz a casos más desapercibidos. La misma noche, un grupo de ingenieros del equipo Sauber se vio en un trance similar. Entregaron todo lo que llevaban y se acabó el problema. Ni los locales se libran. Lucas di Grassi, brasileño de Virgin, entregó su reloj a los cacos unos días antes del Gran Premio. Y al equipo de la televisión autonómica catalana le sustrajeron una cámara dentro del mismísimo paddock. Fue el miércoles pasado, día de montaje, con los tornos desconectados y sin demasiado control en los accesos. Un desastre y un duro golpe para la carrera brasileña y para un país que acogerá en breve un Mundial y unos Juegos.