Al Mundial de 2010 se le ponen las manos de Sebastian Vettel y el cerebro de Adrian Newey, el diseñador estrella de la Fórmula 1. Un tipo que dibuja a lápiz y que, jugando al límite del reglamento, convirtió al Red Bull en el coche más rápido del año pasado. Suspensiones que nadie había imaginado antes, sistemas de los que todos sospecharon, pero nadie pudo demostrar nada y una aerodinámica sin competencia, convirtieron en un par de temporadas a un coche prometedor en una máquina imbatible. De equipo simpático y juerguista, pasaron a un grupo ganador y envidiado. Ferrari se llevó este verano de allí a Neil Martin para su departamento técnico. Ahora se descubre que también quisieron al pez gordo, pero que la historia ni siquiera llegó al término de negociación.
Bromas
En las páginas italianas de «La Gazzetta dello Sport», Stefano Domenicali, director de Ferrari, reconoce que mantiene una buena relación con el inglés. «Hemos bromeado mucho sobre la posibilidad de que viniese con nosotros, pero creo que está muy a gusto en Inglaterra y que no dejaría su equipo». Lo que no explica el italiano, pero lo que sí avanza la BBC, es que las bromas fueron algo más que eso y que, aunque nunca llegó a existir una oferta en firme, el teléfono de Newey sí que sonó desde Maranello para tantearle.
Feliz con su sueldo galáctico (10 millones de dólares, más que la mayoría de pilotos), fiel a un proyecto que él mismo vio nacer y con el aliciente de no moverse de su país –Red Bull tiene su fábrica en Milton Keynes, 80 kilómetros al norte de Londres– Newey prefirió seguir en casa y dejar que Neil Martin viviese su aventura italiana en solitario.
Ferrari se rearmó también con Pat Fry, fichado desde McLaren el pasado junio y promocionado hacia el muro a finales de año, después de retirar a Chris Dyer, señalado como el culpable del error que costó un Campeonato.