Pirelli lo ha conseguido. A la nueva marca de neumáticos que sirve en la Fórmula 1 le hicieron saber que en sus manos estaba entregar a las carreras una dosis mayor de emoción. En Australia, con bajas temperaturas en la pista, hubo pilotos que solucionaron el domingo con un par de pasadas por el garaje. Pero en Malasia todo fue distinto. Para terminar entre los punteros hubo que cambiar los neumáticos en tres ocasiones y los hubo que necesitaron cuatro, como Hamilton, que no llegó hasta el final con su último juego de duros. A pesar de que en cabeza Vettel no tuvo ningún problema, las alternativas fueron una constante por detrás, con cambios de posiciones constantes en cada una de las entradas. En total, fueron 59 maniobras con los mecánicos, una barbaridad en comparación con la temporada pasada, cuando una sola pasada era suficiente para liquidar la carrera.
La maniobra es una de las suertes supremas de la Fórmula 1 actual. El compuesto Pirelli no dura tanto como venían haciendo las Bridgestone y se dan situaciones en la pista con pilotos que se encuentran a velocidades muy diferentes según el estado de sus gomas, lo que también favorece los adelantamientos.
Red Bull también es el más rápido a la hora de cambiar las ruedas. Su mejor parada fue la segunda de Sebastian Vettel, en 3,5 segundos. La peor de Fernando Alonso estuvo en 5,6. Fue la segunda de las que hizo y en esa misma Button sólo necesitó 4 segundos y pudo arrebatarle la posición.
En el garaje, lugar de tensión continua, crece la incertidumbre esta temporada. Se necesitan un mínimo de quince mecánicos para la operación. Tres por cada rueda (uno suelta y aprieta la tuerca con la pistola, otro saca el neumático viejo y el último coloca el nuevo) suman ya doce. Por delante, uno más levanta el coche con el gato, igual que hace otro compañero en la parte trasera. Ya van catorce. Y el decimoquinto porta la señal que da al piloto la orden de salida. Es lo imprescindible, pero no lo mínimo. Alguien debe permanecer alerta con un arrancador por si el coche se llegase a calar. Y puede darse el caso, como le pasó a Fernando Alonso en Malasia, de que sea necesario cambiar alguna pieza del coche. Al asturiano se le rompió el alerón delantero en su encontronazo con Hamilton y le cambiaron en un santiamén el _morro completo.
Con la prohibición de los repostajes, las maniobras en el pit lane son menos tumultuosas, pero la proliferación de paradas añade _un factor de riesgo. Por ejemplo, Lewis Hamilton, que tuvo una _carrera muy desafortunada, sufrió el mal tino de sus mecánicos cuando necesitaron seis segundos en uno de los cambios. Los otros cinco que realizó el equipo fueron en menos de cuatro. Pero a él le tocó el malo. Igual que a Massa, retrasado por un problema a la hora de retirar el delantero izquierdo en una de sus paradas.
Presión
Bajo la fuerte presión de un fin de semana de carreras, el cuerpo de mecánicos sufre al máximo. Se entrenan desde que el equipo llega al circuito. Una infinidad de ensayos con la tribuna vacía. Uno de ellos hace de piloto, otra pareja empuja el monoplaza y los demás simulan el cambio. Son tipos duros, fornidos, de tatuaje y cigarrillo a la puerta del box. Hacer bien el trabajo es su obligación, pero quedan señalados si fallan. Y no es lo único que hacen en todo el fin de semana porque cuando todo termina son muchos de ellos los que recogen el garaje, despiezan y empaquetan con mimo los coches y hasta desmontan el motorhome en las carreras europeas. Ellos disputan otra carrera. La de los garajes.