En la tensión de la parrilla, cuando el ritual del piloto cobra dramáticos tintes toreros, alguien llamó la atención de Fernando Alonso y le señaló al hueco ante su coche. Era Lewis Hamilton. O más bien no era. Porque donde debía reposar el monoplaza estaban sólo unos cuantos mecánicos a la espera. Hacía unos minutos que la alarma sonaba en el garaje de McLaren. Se había derramado gasolina sobre el motor y debían secarlo antes de arrancar. El fin de semana estaba en el aire por una torpeza. Acabaron a tiempo de milagro y el piloto se lanzó a la pista en una vuelta a todo gas camino de su lugar en la parrilla. Tan justo iba para eludir el cierre del pit lane que viajó con las tripas al aire, sin la tapa del motor. Esperaban los operarios para montar la mesa de operaciones en el mismo asfalto, bajo el semáforo. Sudores fríos y prisas. Pásame esa llave y tú coloca la tapa. ¡Hecho! Y tan hecho como que todo fue sobre ruedas y acabó ganando la carrera.
Lewis Hamilton lidera la revolución anti Vettel, que llevaba cuatro victorias seguidas. El jefe de la resistencia pisó el acelerador a fondo y dejó una carrera para enmarcar. Avanzó frente a Vettel en la salida, peleó a muerte con Button, se quitó de encima a Massa y dejó la última traca para el final. En seis vueltas le quitó al líder los 4 segundos que tenía de ventaja.
Se lanzó sobre la presa en dos vueltas eléctricas. El duelo era de altura, una prueba de dureza para Vettel. La velocidad era del inglés, pero la posición la tenía el alemán. Aguantó como pudo. Se defendió repartiendo mandobles, pero el acoso era de primera categoría.
Sobre la presa, Hamilton no se rindió. Falló a la primera. Tirando de alerón móvil pinchó en hueso, pero medio minuto más tarde, y con solo cuatro vueltas para el final, lo hizo en una zona inesperada. Victoria de raza y bocanada de aire para un campeonato que hay que estirar hasta finales de noviembre.
Después, Hamilton en estado puro. El piloto teatrero que también da espectáculo en la sala de prensa. Lo de ayer lo incluyó en su «top» de victorias, junto a las de Silverstone y Mónaco, en 2008. «Estoy orgullosísimo de esta carrera. Mi existencia y mi vida están enfocadas al triunfo. Respiro para ganar. Amo ganar y no podría estar más feliz».
De momento, el inglés aguanta el tirón de Vettel al frente del Mundial. Es segundo con 21 puntos menos, pero puede afrontar el descanso antes de Turquía con más calma. Muy al final, le quitó al líder una victoria que tenía en la mano. Suficiente para evitar que ganase las tres primeras consecutivas. De todos los que lo hicieron (Senna, Mansell y Schumacher, tres veces) ninguno perdió el campeonato.