«No sé si los mecánicos se metían las manos en los bolsillos a destiempo o algún infiltrado les daba la señal, pero cada vez que llamábamos a Webber para efectuar un cambio de neumáticos se encontraba un Ferrari pegado a él». El jefe de Red Bull señala sin acusar. Christian Horner desliza que no afirma, insinúa que no señala, pero pone sobre el equipo de Fernando Alonso la señal de sospechoso. En Barcelona, Ferrari clavó la semana pasada la estrategia de Red Bull y eso levanta suspicacias en el garaje austriaco. «Una vez retrasamos mucho su parada e incluso así pudieron hacerlo como nosotros», dice el director deportivo del equipo energético.
Únicamente hubo un momento en que lograron engañar desde Red Bull a Fernando Alonso en la carrera de Montmeló. Fue en la tercera parada. «Hicimos un pit stop falso. Pusimos en marcha el protocolo, pero después lo abortamos», recuerda Horner. Una de las misiones este fin de semana en la escudería líder es que nadie les pise la estrategia. «Hemos cambiado el procedimiento para ser menos transparentes», avisa ahora el jefe de Red Bull.
No ha acusado, pero con tanta ironía sí lograron herir la susceptibilidad de Ferrari, que rechazó de plano cualquier posibilidad de espionaje. Las comunicaciones de radio viajan encriptadas del muro al coche y lo único que todos escuchan de todos es lo que la producción televisiva de la carrera (que sí dispone de las conversaciones completas) lanza al aire, con retraso, durante la retransmisión.
Llenos de sospechas, en el garaje de la escudería austriaca varían sus rutinas mientras vigilan de reojo qué es lo que esta vez hará Ferrari.