Lewis Hamilton (Stevenage, Reino Unido, 1985) se retrasa veinte minutos y la responsable de prensa de McLaren ofrece mil disculpas. «Está todavía con su ingeniero». Aparece después el protagonista y también se excusa. «Perdonad, chicos, la reunión de pilotos ha sido larga y después había que planear algunas cosas. Hace frío, ¿no?». Aunque lleva la cazadora abrochada hasta la barbilla, la temperatura del imponente pabellón de McLaren no le convence. Peor está afuera, sólo 14 grados, nubes y viento en pleno julio. Alemania en estado puro. Atiende con calma a LA NUEVA ESPAÑA, pero el cronómetro aprieta porque Claire, que se ocupa de organizar las entrevistas, ha dicho que no pasará de quince minutos. Lo cumplirá a rajatabla. Del piloto agresivo y plurisancionado por intentar maniobras imposibles no hay ni rastro. Habla pausado, ríe e incluso bromea, pero se pone serio cuando repasa las críticas que recibe de los mismos que no hace tanto le reían las gracias. El «anti Alonso», su enemigo número uno, el único piloto que saca al español de sus casillas, ha pasado página hace tiempo sobre los desencuentros de cuando fueron pareja mal avenida en McLaren. Ahora quiere ganarle a golf.
-Alonso dijo hace tiempo que no le guarda rencor, que fue más un problema con la escudería.
-Yo tampoco, tengo buena relación con él.
-Pues en los circuitos tampoco se les ve hablar demasiado.
-Bueno, aquí cada uno tiene su garaje, su equipo, su gente. Llevamos caminos cruzados y tampoco hablamos mucho, la verdad. A las reuniones de pilotos vamos a escuchar y no solemos sentarnos juntos.
-Y cuando hablan, ¿de qué lo hacen?
-De nada importante. De alguna decisión de los comisarios, de cosas de los patrocinadores, porque a veces coincidimos en actos del Banco Santander. Y también de golf.
-¿Le han contado que Alonso lo ha cogido con muchas ganas?
-Sí, ya tenemos un tema más en común. ¿Y sabe una cosa? Ahora quiero ganarle también al golf. En la pista este año no puedo porque mi coche no es tan rápido. Pero en un campo todo es diferente. Con los handicaps y todo eso se puede ver quién es mejor.
-Su equipo está pasando una temporada de altibajos. ¿Está molesto?
-Hay que mirarlo todo en global, tenemos un gran equipo, de los mejores. Querría estar ganando, pero hay otros pilotos que van detrás de lo mismo. La escudería entera quiere ganar y yo tengo que mantener su ánimo alto, transmitirles mi energía. Cada gesto que hago es importante para ellos, cada movimiento les puede afectar y tienen que estar a tope de ánimo.
-¿Y tendrá fuerzas suficientes para un equipo entero?
-¡Buena pregunta! Está siendo un año complicado para todos, con muchos viajes para mí y demasiados compromisos publicitarios. La única forma de tener energía es ser consistente en el entrenamiento, en el descanso y en la dieta. Este fin de semana me encuentro muy bien. No tiene nada que ver con cómo llegué a Silverstone, que tuve un montón de compromisos los días anteriores.
-Esto no les hará gracia a los patrocinadores.
-Es fácil olvidar que para este trabajo hay que estar en plena forma. Y cuando hago muchos viajes extra para grabar anuncios es imposible mantenerme al nivel que debo estar. Cuando ruedas para una televisión y después hablas para miles de personas o estás en un sitio en el que debes sonreír todo el tiempo y mostrarte como una persona positiva, después estás agotado para entrenarte.
-¿Está incluyendo eso en sus tratos para la renovación?
-Debemos encontrar el término medio. Los espónsores son los que traen el dinero, lo sé. Pero a lo mejor merece la pena conseguir menos dinero de un patrocinador y estar más centrado en la competición, porque, al final, lo que cuenta es ganar y eso también lo exigen los anunciantes.
-Últimamente ha criticado a su equipo por no darle un coche ganador.
-A veces me siento aquí y digo las cosas con honestidad. Eso no es atacar. Es sólo sinceridad. En la Fórmula 1 es fácil echar balones fuera.
-Se acusó a la Fórmula 1 de no ofrecer espectáculo y usted es uno de los pilotos que lo aseguran. Pero después le dicen que es muy agresivo. ¿Se lo explica?
-Es una batalla perdida. Es como con las mujeres. Es igual lo que digas, que siempre tienen razón. No, en serio, es difícil de entender. Simplemente, lo acepto. Es como si vas por la calle y ves a alguien con un zapato sí y otro no. ¿A quién le importa lo que yo piense si él va cómodo? Conduzco con agresividad porque es mi ADN. Así es como he crecido y puede que haya gente a la que no le guste. Pero tienen que aceptarlo.
-Pues se está ganando fama de mal encarado.
-Lo más duro en la Fórmula 1 es tratar con los medios. Un día eres el mejor y al siguiente un malvado porque has dicho no sé qué. Reconozco que cuando empecé en esto decía cosas equivocadas porque no estaba preparado para este examen continuo.
-¿Toma más precauciones ahora cuando habla?
-No todas las que debería, todavía estoy aprendiendo.
-¿Le agobia la fama?
-Me gusta tener la máxima vida privada, pero cuantos más actos haces, más la pierdes. Pero me hace gracia cuando me reconocen donde no me lo espero, como el otro día, en Los Ángeles, que un mexicano se volvió loco al reconocerme a la salida del cine. Me dijo que era un fanático de la Fórmula.
-O sea, que no es de los que encargan comida, la recoge con el coche y se esconde.
-Hace mucho que no voy a un McDonald's, pero estoy seguro de que si lo hago en Stevenage, donde crecí, no me cobrarán el pedido.