La cruzada está lanzada. En Ferrari asumen que no pueden prescindir todavía de los prismáticos para vigilar cómo Vettel viaja por el Mundial con 86 puntos de ventaja. Pero las bocanadas de aire que ha entregado Fernando Alonso a la escudería en las últimas carreras y las primeras dudas del alemán obligan a mantener a tope la tensión en Maranello.
Es el piloto asturiano el encargado de transmitir el mensaje hasta el último rincón de la fábrica. De Alemania viajó directamente a los hornos altos de la Scuderia, apretando los dientes antes del último esfuerzo del verano, que lo lleva este fin de semana a Hungría.
Ayuda a creer comprobar que el español es el líder de las tres últimas carreras gracias a los 61 puntos que acumuló entre Valencia, Silverstone y Nürburgring, seis más que Vettel, doce más que Hamilton y quince más que Webber.
La consigna en Ferrari es clara. Atacar un domingo tras otro, recortar poco a poco la distancia y aguardar al cero que todo piloto apunta en su cartilla cada temporada. El año pasado Vettel tuvo cuatro (tres abandonos y fuera de los puntos en Spa), pero este curso todavía no ha probado lo que es irse sin nada de un Gran Premio.
El Mundial de Vettel camina gemelo al que Alonso ganó en 2006. En las diez primeras carreras, los dos lograron seis victorias y tres segundos puestos. El asturiano añadió un quinto y, aquí está el leve cambio, el alemán de Red Bull, un cuarto.
Puede Ferrari guiarse por aquel campeonato de 18 carreras (este año serán 19) para soltar al Cavallino a por la remontada. Ya saben lo que es recuperar una distancia similar. En 2006, Schumacher sufrió la superioridad de Alonso en la primera parte del año.
Pero entre la prohibición que la FIA aplicó al amortiguador trasero que montaba Renault para el asturiano (mass damper) y la reacción en Maranello a punto estuvieron de limpiarle el título a Alonso.
A falta de dos carreras, Michael Schumacher ya había sido capaz de enjugar la sangría de puntos. Salieron al Gran Premio de Japón empatados a 116. Quedaban 17 vueltas y sólo con Brasil pendiente en el calendario, el Káiser lideraba la carrera perseguido por Alonso. Se retiraba ese año Schumi y soñaba con hacerlo a lo grande.
Parecía que la resolución quedaba para Interlagos, pero el humo blanco en la trasera del Ferrari avanzó la primera rotura de motor desde hacía seis años y dejó a Alonso el camino libre para la victoria y su segundo título.
El sistema de puntos es ahora diferente, y la desventaja actual de Alonso es aún mayor que la de Schumacher en 2006, porque el Káiser se había mantenido más o menos a la vera del ovetense cuando éste encadenaba victorias.
La persistencia de Ferrari durante aquella temporada demostró que la lucha por objetivos imposibles puede convertirse a veces en realidad o dejar a los valientes muy cerca de lograrlo.
Los más veteranos de Maranello no olvidan la tensión de aquellos meses de remontada inverosímil y transmiten ahora que la recuperación es posible. «Esto termina en noviembre», susurran con disimulo en el mundo rosso mientras se preparan para conectar el modo ataque hasta que el Mundial les diga que ya no hay nada que hacer. O no.