Vettel ya está entre los grandes

El alemán es el séptimo en el club de los bicampeones y el más joven que lo consigue

| 10/10/2011

 

Lo tenía mascado desde hacía semanas, asumido que ganar su segundo título era cuestión de tiempo, pero cuando fue una realidad Sebastian Vettel se quedó sin palabras. «Gracias, era lo que todos queríamos», dijo con la voz quebrada, todavía en la intimidad del coche. Se hizo el silencio en la emisora y se intuyó el llanto. Nada de gritos, nada de estruendo. Solo un sincero agradecimiento, que completó después. «Yo solo no habría llegado a nada». Mensaje sincero de gratitud a su equipo, a Red Bull, una casa joven que va camino también de su segunda corona de constructores. Equipo bisoño pero entusiasta y piloto imberbe, aunque inyectado con el virus de la victoria, cóctel explosivo que da como resultado un tándem casi invencible.

Lleva el alemán cuatro temporadas y media en la Fórmula 1. No es mucho, pero ya tiene dos títulos y un subcampeonato. La serena celebración de ayer en Japón confirma su madurez. Ya no es el piloto que asombraba tanto por su pilotaje como por su precipitación. Aquello explicaba sus prisas por corresponder a los que pronto le apodaron Baby Schumi. «Comete errores, como todos, pero nunca caerá en el mismo dos veces», dice de él Adrian Newey, el dueño del cuaderno donde nació un coche de otra galaxia.

El segundo título convierte a Vettel en el bicampeón más joven de la historia y le da acceso al club de leyendas en el que ya están Ascari, Clark, Graham Hill, Fittipaldi, Hakkinen y Alonso. Al español le roba el honor de ser el más joven que lo hace, gracias a los 24 años, 3 meses y 6 días que tenía ayer.

Qué diferente fue su segunda coronación a la del curso pasado en Abu Dabi, cuando cruzó la meta sin saber quién era el dueño del campeonato. Nunca lideró aquel campeonato hasta que el título fue suyo.

El de este año tenía nombre desde hacía meses. Solo hacía falta algo de tiempo para que cayese de maduro. Desactiva Vettel la competición con cuatro carreras sin tachar del calendario y margen para igualar, que no superar, el récord de victorias de Schumacher en un mismo ejercicio (13). Lleva 9 el de Red Bull. Y también para fulminar el de poles de Nigel Mansell, 14, por las 12 que ha conseguido Vettel hasta ahora.

La suerte estaba echada desde hacía semanas y aunque ayer Button cumplió su parte gracias a su tercera victoria del año, iba a ser complicado que Vettel abandonase para prolongar la agonía. Entendió pronto el alemán que su coche no era el mejor gestor de neumáticos en la pista japonesa y asumió correr con precaución para que su ansia de victorias parciales no le obligara a retrasar el alirón.

Y por si lo olvidaba en el fragor de la batalla, se lo recordaron desde el muro en las últimas vueltas, cuando presionaba a Alonso por la segunda posición. «No te la juegues», le dijeron, al tiempo que le daban a entender que podría celebrar el título desde el podio, porque Webber, que circulaba cuarto, no iba a presionarle.

Por una vez, el fogoso alemán no llevó a Kinky Kylie (así bautizó al RB7 al empezar la temporada) a la extenuación. Podía estar tranquilo porque, escoltado por Webber, no tenía más que dejarse llevar hasta la meta para finiquitar el Mundial en la segunda bola de partido que jugaba, después de la de Singapur.

Le venía bien el descanso al final, porque la tarde no fue el paseo militar de otras veces. Ya en la salida tuvo que arrinconar a Button al límite del reglamento para que no le superase. Y después, con sus neumáticos hechos trizas, tuvo que  adelantar cada uno de sus tres pasos por el taller, con la consiguiente pérdida de tiempo y de posiciones, a pesar de que había arrancado desde el primer lugar de la parrilla. 

Asegurado el podio del campeón, el líder Button aún tuvo que apretar en las últimas vueltas ante la inesperada aparición de Alonso desde atrás. Había salido quinto el asturiano, pero ya en el primer cambio de gomas fulminó a Hamilton. Y en el último (tercero) se benefició de los problemas de Vettel, que le llevaron a plantearse el domingo a la defensiva.

Contra la norma de las últimas carreras, el Ferrari del asturiano aguantó el tipo en el tramo final, calzado con las ruedas más duras, normalmente un suplicio para el equipo rosso.

Le venía recortando medio segundo por vuelta a Button, comprometido con los neumáticos y muy justo de gasolina, en lo que se convertía en una inesperada oportunidad de victoria para el ovetense. No fue así porque el inglés se recompuso lo necesario para evitar el acoso del Ferrari y terminar en lo más alto la carrera que finiquita un Mundial al que le sobran las últimas cuatro paradas.   

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