La relevancia del asunto no es grande, porque ayer en São Paulo se despachaban cuestiones menores; pero la jugada de Red Bull, perfecta, legal y limpia, resume la superioridad que han exhibido toda la temporada. La escuadra energética juega con el Mundial a su gusto, se regodea en su dominio y maneja las carreras con una facilidad que bordea el desprecio. Con todos los títulos en el bolsillo, sólo les faltó colocar a Mark Webber en el subcampeonato. Quizá lo hubiera logrado de no ser por la voracidad de Vettel que, a pesar de que tenía la corona asegurada, siguió intentando atrapar todos los récords que se le ponían por delante. Ayer ya no tenía ninguno a tiro, y Red Bull pudo volcarse con su segundo piloto, el gran sacrificado en la era triunfal del joven alemán. Como siempre, Vettel dominaba la carrera, pero una sospechosa avería en el cambio dejó el camino libre para que el australiano se anotase su primera victoria del año.
Cabe la duda, porque el supuesto cambio destrozado de Vettel y los apocalípticos mensajes que le llegaban por la radio encontraron como única traducción una bajada de ritmo muy oportuna para ceder el liderato a su compañero en la 30.ª vuelta, pero no tan acusada como para entregar el segundo puesto.
El paripé no era necesario, porque esta temporada la F1 se quitó de encima una de sus normas más absurdas y ahora se permiten órdenes de equipo; pero, aunque legales, siguen quedando feas y si un problemilla en el coche irrompible de Vettel facilita la cuestión, mejor que mejor.
El cambio de Hamilton, por ejemplo, no fue tan robusto y después de que le avisaran de que estaba fallando, apenas tardó un par de vueltas en romperse del todo. Cosas de los coches.
Del baile de posiciones salió que Fernando Alonso no sólo se quedó sin el subcampeonato, sino que perdió un lugar a favor de Webber y terminó cuarto el año, fuera del podio del Mundial. El asturiano despachó otro buen domingo, apoyado en su constancia y en la precisión quirúrgica que exhibieron los mecánicos en los pasos por el garaje, pero se quedó fuera del podio al final, cuando el F150 Italia sufrió la habitual y alarmante pérdida de ritmo con el calzado duro.
Para Alonso es un alivio echar el telón y sacarse de encima la papeleta de cada fin de semana, sabiendo que ganar, el verbo que da sentido a su vida, es imposible. Cierra el curso con diez podios y una victoria, exactamente igual que Webber con el segundo Red Bull. Sin títulos ni lucha por los triunfos, el balance no puede ser positivo, pero sí existe la certeza de que el piloto está preparado para dar batalla en cuanto el coche le acompañe.
La de ayer fue la última tarde de sufrimiento para el asturiano. Estrujó una vez más el coche rojo y le sacó las últimas gotas de jugo. Nadie habría conseguido más de un coche al que le siempre le faltó dar un poquito más de sí.
El único día que estuvo a la altura fue en Inglaterra, y allí Alonso ganó la única carrera del año. Esa tarde, sólo esa, se corrió con la misma norma que estará vigente en 2012 y que fue de quita y pon en aquel Gran Premio. Nada de escapes sopladores ni configuraciones agresivas en los motores. Por ahí Ferrari tiene algo de terreno ganado.
El premio se le escurrió ayer a Alonso de entre los dedos en el tramo final de la carrera. Iba el asturiano a por un podio muy trabajado, después de un buen arranque en el que se quitó de encima a Hamilton. Luchó con los dos McLaren, aguantó el ataque de Button y trataba de que el supuestamente mermado Vettel no se le escapara, pero en el último relevo la sangría de tiempo fue irreparable. Jenson se le echó encima y apenas pudo Alonso defenderse con cierto decoro. El podio se le fue y terminó la carrera en el lugar natural del F150 Italia. Cuarto, y gracias.
Una temporada resumida en una carrera. Gran salida, lucha en la pista, escalada hasta el podio y decepción al final porque al coche le falla el aliento en los últimos kilómetros. Con matices, así ha sido el año de Fernando Alonso, un calco de lo de ayer en Interlagos, donde, por fin, ha puesto el punto final a un curso al que le pedía más al inicio. El piloto, crítico y duro, se da un aprobado justo. «La nota de la temporada es, como ya dijo el presidente hace una semana, un 5 o un 6. Para Ferrari ganar una carrera –la suya en Silverstone– es demasiado poco en un Campeonato entero. Y no luchar por el título también es demasiado poco».
Limitado, Fernando Alonso dejó en Brasil una de las grandes jugadas del año. Su adelantamiento a Button –después serviría de poco– en la zona rápida, por fuera y pleno de poderío, es el reflejo de su calidad. Ambicioso, no soporta verse en la segunda fila, lejos del foco principal y de las victorias. No ha sido por no intentarlo, por eso, aunque se da un aprobado justito, encuentra motivos para sentirse satisfecho. «Este año fue espectacular e irrepetible en muchos aspectos, con salidas espectaculares, paradas geniales, maniobras y adelantamientos espectaculares como el de hoy. Por tanto el año en sí ha sido fantástico y esta carrera resume todo eso en general», dijo tras terminar cuarto.
La decepción le llena de coraje y, expectante ante el coche que le preparan en Maranello, se marca ya la «hoja de ruta» para 2012. «No cometer prácticamente ningún fallo y extraer el máximo del coche todos los fines de semana. Si hiciésemos lo de este año con un coche cinco veces más rápido que éste tendríamos muchas opciones de ganar».