Venía Lewis Hamilton desatado detrás de Fernando Alonso, enrabietado con la decisión de mandarle a un segundo cambio de neumáticos el día que estaba pilotando como los ángeles. «Puede que no haya sido la decisión más acertada, pero en el equipo tenemos un grupo de muchachos muy brillantes que suelen acertar casi siempre». En frío, el inglés evitó el reparto de culpas pero en la pista llegó a preguntarse por qué no le permitieron seguir hasta el final con el mismo juego que le habían puesto a Button cuando dejó de llover o también como hizo Ferrari con sus dos pilotos.
Necesitó quince vueltas para cerrar el hueco con Alonso. Con las gomas frescas, Hamilton destrozaba el cronómetro y le colocaba más de un segundo por giro al asturiano, que peleaba para conseguir que sus ruedas aguantasen hasta el final. «Fernando, tienes a Lewis a seis segundos», resonaba en la radio del Ferrari. «Ahora a cinco», le decía Andrea Stella, su ingeniero. «A cuatro», insistía al siguiente giro. Hasta que Alonso no aguantó más. «¡No me lo repitas, no lo quiero saber!», chilló por la radio.
Tenía la certeza Alonso de que Hamilton acabaría por cazarlo y no tenía más que mirar por el retrovisor para empezar a tapar huecos cuando llegara el momento. Así que se concentró en no cometer errores. El inglés no tardó en aparecer –vuelta cincuenta–, con el cuchillo entre los dientes; ansioso por completar con una gran maniobra un día de pilotaje excelso. «Fue una de las carreras de mi vida, pero las cosas no pueden salir bien siempre. La competición es así», explicó el de McLaren nada más terminar.
Cuando tuvo a Alonso a tiro empezó a buscarle las cosquillas. Primero el asturiano tapó el hueco con una maniobra evasiva. Las vueltas se consumían y a Hamilton le podía el ansia. Hasta que se lanzó a por el que había sido su compañero en 2007, con el que tanto se peleó en aquellas sesiones de clasificación antológicas de los sábados.
Escogió Hamilton para el ataque final (sólo dos vueltas por delante) una de las curvas más acusadas del circuito. La número 13, a la que se llega a 295 por hora y en séptima, al final de un tramo de alta velocidad. Alonso intuyó la maniobra y se lanzó como un poseso hacia el vértice. Aguantó tanto la frenada que tuvo que bloquear las ruedas. Sólo así evitó que el McLaren le pasara por fuera.
Hamilton olió la pasada de frenada y entonces quiso irse por dentro. La brutal deceleración les dejaba en unos 140 por hora, y bajando ya hasta la tercera marcha. Pero cuando quiso meterse ya no había hueco y, además, su cambio de idea cogió por sorpresa a Mark Webber, que venía justo detrás y tocó levemente al monoplaza plateado. «Creo que no estuvo acertado pero le he escuchado disculparse después de la carrera y lo acepto», comentó Hamilton. Los dos monoplazas se fueron a la grava, con la fortuna de que pudieron incorporarse después a la pista para terminar sexto (Hamilton) y noveno (Webber).
Pero a Alonso todavía le quedaba un susto que pasar porque con Hamilton y Webber eliminados de su lista de amenazas apareció un inesperado Nico Rosberg que todavía puso en serio peligro la cuarta posición que tanto se había trabajado el asturiano.