La emoción se le atragantaba en la garganta a Andrea Stella, el ingeniero de Ferrari encargado de estar en contacto por radio durante la carrera con Fernando Alonso. «Feno-menale, Fernando, fe-no-me-na-le...», le decía tras cruzar el asturiano en primera posición la meta del GP de China. Estiraba Stella las sílabas para recalcar el valor de sus palabras, para ensalzar la primorosa carrera del ovetense, que encadenó en el circuito de Shanghai un rosario de adelantamientos impecables que comenzaron ya en la misma salida y que culminaron con las dos pasadas a un Sebastian Vettel que, consciente y advertido por su propio equipo de la superioridad del piloto de Ferrari, no puso obstáculo alguno.
Ganó Alonso y lo hizo dominando de principio a fin. Una carrera imperial, perfecta, en la que le acompañaban en el podio Kimi Raikkonen (Lotus) y Lewis Hamilton (Mercedes). Tras ellos, el Red Bull de Vettel y el McLaren de Jenson Button. El Circo ya no admite sorpresas como las de la pasada campaña: los cinco primeros, los cinco campeones del mundo que están en la parrilla y los líderes de sus respectivas escuderías.
El borrón de Malasia ya es pasado. El F138 vuela con Alonso, que suma ya diez victorias con Ferrari, 31 en total, y que se asoma a la tercera plaza de la general, tras Vettel y Raikkonen. Nueve meses ha tardado el asturiano en volver a lo más alto del podio, desde el GP de Alemania del pasado año. Nueve meses en los que Ferrari ha gestado por fin un «cavallino» realmente competitivo. No sólo fiable en las carreras, sino capaz de luchar los sábados por las primeras plazas de la parrilla, donde el pasado año perdió el título.
Este sábado ya había advertido el asturiano, tras ser tercero en la clasificatoria, que las opciones eran las máximas. Y lo ratificó desde el mismo momento en el que se apagaba el semáforo, superando tanto él como Massa a un Raikkonen una vez más adormilado en el arranque. Por delante sólo quedaba el Mercedes de Hamilton, el gran dominador del fin de semana; pero no es precisamente el británico el mejor piloto dosificando esfuerzos y sí un especialista en «quemar» neumáticos. En la quinta vuelta, al final de la recta de meta, Alonso y Massa le superan cada uno por un lado...
La ilusión de un doblete de Ferrari duró lo que tardó en comenzar el baile de los pasos por boxes. Entró Alonso en el séptimo giro a poner el primero de sus dos juegos de neumáticos medios, que aquí eran los más duros, y se encontró undécimo al volver a la pista, mientras Massa perdía ya todas sus opciones en ese primer cambio, en el que se quedó encajonado entre rivales. También Alonso, pero el asturiano empezó entonces su letanía de adelantamientos. Di Resta, «Checo» Pérez. El F138 era una máquina perfecta en las manos de «Magic», que en la vuelta 21.ª supera a un Button que aún no había cambiado ruedas, para recuperar el liderato.
En una carrera tremendamente táctica, en las que las posiciones bailaban vuelta a vuelta debido a las diferentes estrategias con el uso de los Pirelli, lo único que estaba claro era que Alonso era el más rápido en pista. Si tras el primer cambio de neumáticos salió undécimo, tras el segundo (vuelta 24.ª) ya lo hacía tercero, tras Vettel y un sorprendente Hülkenberg (Sauber), al que superaba dos giros más tarde. En la 29.ª Vettel ya veía el torpedo rojo por el retrovisor. «No luches», le advirtieron desde el puesto de mando de Red Bull ante la superioridad del Ferrari. Ni un doblado se aparta tan limpiamente como lo hizo el alemán.
La carrera apenas había cruzado el ecuador, y Alonso la había dejado vista para sentencia. Con Webber fuera de pista perseguido por la enésima maldición de Red Bull y Massa alejado de la lucha por el podio, quedaba por resolverse quién acompañaría en el cajón al ovetense, líder de una carrera reservada a los campeones.
La última dosis de emoción llegó tras el último cambio de neumáticos en Ferrari. Vuelta 42.ª. Al reincorporares a la pista lo hace Alonso tras Vettel, a quien le quedaría aún un paso por el garaje. Si el primer adelantamiento al alemán fue cómodo, otro tanto cabe decir del segundo. Subidón global del «alonsismo», que veía cómo Red Bull se rendía sin presentar batalla, consciente, que no es poco, de que su batalla no estaba ahí, sino muy por detrás, con Hamilton y Raikkonen.
Era tal el dominio de Alonso que Stella se alarmó cuando el asturiano, líder destacadísimo, encadenaba dos vueltas rápidas consecutivas a diez para la conclusión. «No necesitamos que empujes», le dijo por la radio. «No estoy empujando», bromeó con él Alonso.
El desgranar de las últimas vueltas, con Raikkonen maravilloso una vez más a pesar de completar más de dos tercios de la carrera con la nariz de su Lotus dañada tras tocarse en el giro 16.º con el McLaren de «Checo» Pérez , se vio animado por el arreón final de Vettel, que se guardó el obligado juego de blandos para las cuatro vueltas finales. Más de diez segundos logró recortar el alemán a Hamilton y a Raikkonen en busca de la tercera plaza. Le faltó una décima. Si la línea de meta hubiera estado al final de la recta y no a la mitad de la misma, el alemán hubiera llegado al cajón; pero se quedó a las puertas, y ahora ve cómo Alonso, Raikkonen y Hamilton le recortan la ventaja en la general. El asturiano gana tres posiciones y se planta tercero, a sólo 9 puntos de la cabeza.
El fiasco del GP de Malasia ya es pasado; el presente de China alimenta la esperanza, como lo hizo el segundo puesto de Australia, y el futuro de Bahréin -el próximo domingo- invita al optimismo. El Circo estrena ya el horario «europeo» de las 14 horas, y Alonso se enfrenta a un circuito en el que ya ha ganado en tres ocasiones: 2005, 2006 y 2010. Tras su galopada imparable en Shanghai, el objetivo en Bahréin no es otro que recuperar el liderato del Mundial.