La única posibilidad a la hora de escuchar a Fernando Alonso es pensar que se estaba mordiendo la lengua. En Valencia dijo que la carrera estuvo manipulada y a los dos días tuvo que rectificar. Para evitar el trago, directamente obvió a los comisarios y su decisión y asumió el castigo por su adelantamiento a Kubica. Tampoco podía hacer ya demasiado después de la carrera, más que pensar en que unas horas más tarde podría desconectar con España en la final del Mundial. La mala suerte reunió su drive through con un coche de seguridad, así que cuando quiso pasar por el callejón vio cómo en la recta de meta le pasaban doce pilotos, agrupados detrás del Mercedes color plata.
Tardaron los jueces en castigar a Alonso, casi tanto como a Hamilton en Valencia. El problema es que entonces la demora ayudó al inglés y que esta vez en Silverstone la aleatoria aparición del «safety» agravó el daño al asturiano. No cargó contra los jueces, pero sí defendió su maniobra. «Kubica me empujó hacia la hierba y no pude hacer otra cosa que irme hacia afuera. Me cerró y mi acción fue correcta. No puedo volverme transparente y seguro que si en lugar de escapatoria hubiese un muro y yo me estrello habrían sancionado a Robert».
La explicación del piloto obliga a otra pregunta, que ataja al instante. «Mi trabajo es conducir y todo lo que digan los comisarios está bien. Sus decisiones son siempre justas», apostilló.
Por radio, el español explicó la jugada a su equipo. Y en el muro, a la vista de la repetición, le dieron el visto bueno. La conversación siguió entre Ferrari y el director de carrera, Charlie Whiting. Por un momento, y aquí comienza la versión del jefe de Ferrari, Stefano Domenicali, llegan al acuerdo de ceder a Kubica el puesto ganado en la polémica curva. No habían pasado ni dos vueltas, pero ya era tarde. Una avería del Renault en el diferencial le obligó a bajar el ritmo y a circular hacia el garaje. «Cuando lo decidimos, Kubica estaba ya muy lejos porque venía con problemas», explicó Domenicali después de la carrera. Al panel de comisarios, reforzado en Silverstone con Nigel Mansell, no le importó que a Alonso le fuera materialmente imposible cumplir el reglamento y le colocó el castigo correspondiente. «El criterio es igual para todos», reflexionó Alonso, disimulando con torpeza su monumental cabreo. «Estudian las acciones de la carrera y toman la decisión que les parece más acertada, lo que pasa es que las cosas se ven desde distintos puntos de vista y puede haber otras opiniones».
Robert Kubica apoyó la versión de Domenicali. «Me dijeron que Fernando iba a devolverme la posición, pero no pudieron porque en ese momento tuve un problema, bajé el ritmo y no pude hacer más que ir hacia el garaje». Por ahí dio el polaco una parte de razón a Ferrari. La otra se la entregó en la televisión francesa, a la que aseguró que la maniobra de Alonso le había parecido correcta, porque tenía la posición ganada cuando tuvo que transitar por fuera de la pista.
Alonso, encendido por dentro pero cándido por fuera, sólo pudo reconducir su frustración hacia el apartado deportivo. «Ahora estoy todavía más convencido de que vamos a ganar el campeonato, pero necesitamos tener buenos resultados antes del parón de agosto».