Media tarde en Monza, a punto de anochecer. Media docena de aficionados con banderas asturianas espera a la puerta del campamento de Ferrari. El viernes aguardaban a la entrada del paddock. Esta vez se han saltado todas las barreras. Son veteranos en los viajes y se las saben todas. Participaron en la tradicional invasión de pista en Monza y se hicieron los despistados. Aguardaron hasta el final, cuando apenas quedaba gente y la seguridad se relaja. Un saltito, y al pit lane. Luego atravesaron los garajes y se plantaron en el territorio sagrado de los pilotos. Alonso tardó en salir, como siempre estos días. No hay prisa esta vez para abandonar el circuito. El Maserati aguarda en la puerta y el destino está en Italia. Hoy mismo le esperan en la fábrica. Se ha convertido en un habitante más de Maranello. Lleva instalado allí desde hace dos domingos y no se irá hasta mañana. La agenda le sitúa el próximo viernes en Gijón para la entrega de las becas de Cajastur.
El desastre de Bélgica había dejado muchos cabos sueltos, demasiados. Y Alonso se presentó en la fábrica para ponerse a disposición de los ingenieros. Reuniones, pruebas y muchas horas de simulador. El piloto quemó la máquina de pruebas, con miles de variantes. Estudiaron todas las posibilidades habidas y por haber. Suspensiones, frenos… radiografiaron el coche hasta el infinito.
El paquete aerodinámico de Monza no podía fallar. Su alerón especialmente diseñado para la pista italiana debía entregar toda la velocidad que hacía falta. Escasa resistencia aerodinámica y máxima potencia en las rectas. Por eso decidieron estrenar el último motor que les quedaba nuevo. A partir de ahora toca reciclaje de los que ha ido usando durante el año. «El programa de motores es el previsto, después de las roturas del principio del año. No hay problemas», dijo el asturiano.
Apenas se concedió tregua en sus días en Maranello. Su casa de Suiza está a apenas una hora de la fábrica pero prefirió quedarse allí, instalado en un hotel. Todo para estar a punto ante el sprint final del año. La próxima estación está en Singapur. La pista debería ser favorable a los Red Bull, pero en Ferrari no esperan un mal rendimiento. El circuito urbano es de características similares a Mónaco y allí los coches italianos no iban nada mal. Será el momento de agarrar la calculadora a la hora de tomar riesgos. La pista asiáticas es una ratonera, sin escapatorias, propicia para la actuación del coche de seguridad, con la lotería que eso supone. «De todas las que faltan no hay ninguna que sea especialmente mala para nuestro coche», dicen desde el círculo íntimo de Alonso.
Tras Singapur viene Suzuka, pista rápida y de climatología incierta, antes de la incógnita del viaje a Corea y su circuito, todavía en las últimas etapas de su construcción. Ferrari suele lograr buenos resultados en Interlagos, donde se desplaza la F1 antes de la parada final en Abu Dabi. Solo se corrió allí el año pasado y ni Raikkonen ni Fisichella, que terminó la temporada cuando Massa se ausentó por su accidente, estuvieron cerca de los puntos.
Al margen de cuestiones deportivas, la cita es clave en la estrategia comercial de Ferrari. Mubadala, un fondo de inversión del emirato, es patrocinador del equipo. Y allí se inaugurará antes del GP el primer parque temático de la Scuderia.