Estalló Monza de alegría. Ganó Fernando Alonso y la tradicional invasión de pista se convirtió en una procesión de júbilo. Ferrari es una religión en Italia, y que en Monza mande uno de los suyos es tan importante como los triunfos de la azzura. Los compatriotas Trulli y Liuzzi viven en el anonimato. Ellos no están en la Scuderia. Es lo único que cuenta. El «speaker» cantó a todo volumen la salida de Alonso al podio. «¡Matadoooorrrr, Fernando!» Enloquecieron miles de «tifosi», tomada la recta de meta como pista de baile para celebrar la victoria.
El asturiano coge aliento cuando más lo necesitaba. La soga del campeonato se venía enredando en su cuello desde hacía quince días en Bélgica, así que en Italia no podía fallar. No sólo eso, sino que se exigía un gran resultado para aflojar la tensión. Venció Alonso con suspense después de una salida entre dudas. Hamilton se fue a casa en la primera vuelta y Red Bull minimizó daños en una pista enemiga para su coche volador.
Al Mundial le quedan cinco paradas. Consumado el adiós a Europa, toca viajar a ultramar para decidir quién se pone la corona en noviembre. Le falta un suspiro a este tour planetario de diecinueve etapas, pero todavía hay cinco aspirantes a la gloria.
Ferrari llegó a Italia dispuesta a darlo todo. Alonso respondió y ganó delante de los «tifosi». Qué diferencia con su victoria aquí en 2007, cuando corría para McLaren. Ayer se coronó en el templo de la velocidad y puso un coche rojo donde no subía desde 2006, cuando Schumacher anunció que se retiraba con un último servicio al «cavallino».
Así, en plan telegrama, puede parecer que resultó sencillo: Pole, victoria y vuelta rápida. Pero la historia triunfal se escribió durante cincuenta y tres vueltas de sufrimiento.
Con la pole en la mano, Alonso cruzaba los dedos por una buena salida para no verse enredado en las peleas que otras veces le costaron disgustos. No estuvo brillante en el arranque, tampoco torpe. Fue que Button salió como un obús, rápido, directo a por la primera curva. El asturiano se defendió pero no podía evitar lo evidente.
Por detrás se formó la marimorena. Massa se emparejó con Alonso, coche en paralelo y el corazón de los «tifosi» en un puño. Empujaba Hamilton al brasileño, a la vez que el asturiano quería recuperar su lugar perdido en la sucesión inicial de chicanes. De pronto, el golpe. El Ferrari del español que toca por detrás al McLaren, saltan trozos del alerón y en la caída, se toca con Massa. No pasa nada.
El ímpetu de Hamilton le lleva junto a Massa. Dura defensa del compañero de Alonso. Otro golpe, pero esta vez al inglés le dejan la suspensión tocada, pierde el control y termina en la arena. Abandono.