El tiempo pasa despacio en el paddock de la Fórmula 1 y vale cualquier tema de conversación. Avisan los fanáticos del radar meteorológico que lo del buen tiempo se acabará pronto, que lloverá fuerte mañana y quizá también el domingo. Tiran de memoria los veteranos y les cuesta encontrar un día tan caluroso como el que vivimos ayer en otras visitas a Japón. El tifón que casi cancela el Gran Premio del año 2004 sigue fresco en la memoria. De aquellas Fernando Alonso no era campeón todavía y venía de pelearse todo el año con Jarno Trulli en Renault. Salió ganador y el italiano ni siquiera terminó la temporada en la casa francesa.
El asturiano ha crecido y seis años después lucha por su tercera corona mundial. Crece la tensión en los circuitos en el momento decisivo del año. No estuvo mal el día de ayer para ser jueves, normalmente una sucesión de ruedas de prensa plagadas de tópicos y siempre sin coches en la pista. A la afición japonesa le da igual. Llenaron la tribuna principal todo el día mientras los pilotos resolvían su jornada de toma de contacto. En Ferrari quieren tranquilidad. Alonso es segundo en el Mundial y el menor tropezón pondrá de nuevo la carretera cuesta arriba. El bicampeón está centrado como nunca en cumplir su promesa secreta de ganar el título a la primera. Mientras lo intenta, lidia con otra pelea interna, de esas que tanto se llevan en los deportes de motor. La de ganar al compañero de garaje. Felipe Massa ya está derrotado, lo dice la clasificación, pero el brasileño se resiste a entregar todo su apoyo al otro coche rosso y el asturiano ya sabe que sólo podrá contar con sus manos (y un equipo completamente volcado con él) para verse dueño del trofeo el 14 de noviembre en Abu Dabi.
«La ayuda de Felipe no fue fundamental ni en Monza ni en Singapur», dice Alonso del papel de su compañero en sus dos últimas victorias, las que le han metido de lleno en la pomada del Mundial. «Si soy rápido, su apoyo no es fundamental, y si no estoy delante, no sirve de nada lo que él pueda hacer. Lo importante es que yo lo haga bien y si tenemos los dos coches en el podio serán puntos importantes para el Campeonato de constructores».
No hace tanto que Alonso presumía de compañero. «Somos la pareja más unida de la parrilla», llegó a decir Alonso después de poner Italia patas arriba con su victoria en el templo de la velocidad.
Desde el incidente de Alemania –las famosas y polémicas órdenes de equipo–, Massa no endereza el gesto. Ayer tuvo que desmentir a una publicación alemana, en la que negaba ser «el nuevo Barrichello» de Ferrari. «Nunca hablé de Barrichello. Dije que no pienso como segundo piloto, que siempre salgo a ganar. No firmaría un contrato como secundario», explicó.
En Ferrari exhibían la grabación transcrita de aquella entrevista. Es cierto, Massa no hablaba de su amigo Barrichello, que era lo que le interesaba aclarar. Pero ni una rectificación sobre su referencia a Alonso. «No es mejor que mis anteriores compañeros», dijo. Todo vino porque el brasileño quería justificar su mala temporada sin entregar méritos al español. «Los neumáticos de este año no se adaptan a mi estilo de pilotaje», argumenta.
Alonso no quiso avivar ayer el fuego, pero tampoco apagó la polémica. «Son cosas que se escriben en otros países con pilotos implicados para desestabilizar. Yo no pierdo el tiempo analizando estilos de conducción», dardo envenenando del asturiano cuando desde la tribuna de periodistas italianos le pidieron opinión.
Asumido que no contará con más ayuda que la que dicte la profesionalidad desde el lado brasileño del garaje, Fernando Alonso mira hacia Webber como un gran rival por el título. «Todos apostaban por Vettel al comienzo del año, pero ya avisé de que el australiano también sería fuerte. Es muy regular, y además de un gran piloto también es buena persona. Me alegro de que esté haciendo una gran temporada».