Santiago Fernández Arce no puede parar de llorar. Tiene 7 años y acaba de ver cómo a Alonso se le ha escapado su tercer Mundial de Fórmula 1. Sus padres y sus hermanos Lucía y Sergio, de 18 y 9 años, intentan consolarle, pero el disgusto no se le va. «Es un gran forofo, su padre y su hermana son miembros del Club F1 Oviedo y han viajado con ellos a muchas carreras», comenta su madre, «yo sólo estoy aquí de avituallamiento», bromea, mientras sigue intentando animar a su hijo.
La cara y el pesar del pequeño seguidor de Alonso reflejan muy bien el sentimiento con el que abandonaron ayer el Auditorio de Oviedo los más de mil doscientos aficionados que acudieron a ver allí el Gran Premio de Abu Dabi. Alonso lo tenía en su mano, pero al final fue Vettel el que se llevó «el gato al agua», un campeón que, aunque estaba en las quinielas, pilló a la mayoría de sorpresa.
«Este Mundial no era para él», comenta José Vicente García, presidente del Club F1 Oviedo. «Era para Alonso o para Webber, pero no para Vettel; Red Bull ha engañado completamente a Ferrari con su estrategia, en ese sentido han hecho muy buen trabajo y los italianos han caído como pardillos», añade.
Para algunos, el séptimo puesto de Alonso fue producto de la mala suerte y de un cúmulo de circunstancias desafortunadas. «Petrov nos la armó, nos la armó pero bien», decía Laura Peña, «no sé por qué Alonso paró tan pronto, eso nos mató», indicaba mientras miraba incrédula la celebración de Vettel, Button y Hamilton en el podio.
García, en cambio, cree que Alonso perdió el título «porque todo el mundo miraba para Webber cuando el que tenía más peligro era Vettel; el australiano sólo fue un conejillo de Indias y el gran sacrificado por el bien del equipo».
A pesar de todo, los aplausos al piloto asturiano cuando baja de su monoplaza retumban en las paredes de la sala. Todos están orgullosos de él y seguirán apoyándole el año que viene, pero, como señala García, «la próxima temporada será campeón, aunque en Ferrari deberán cambiar mucho las cosas». Tristeza, lágrimas e indignación llenaban el Auditorio a las cuatro menos cuarto de la tarde. Tres horas antes, nada hacía presagiar este desenlace...
A la una del mediodía eran numerosas las personas que hacían cola en la puerta para poder ver la carrera. Algunos llevaban desde las once de la mañana y esperaban ansiosos a que se abrieran las puertas. Pancartas, camisetas azules y rojas, alegría, optimismo y buen rollo eran la nota predominante. Para hacer más amena la es_pera, el llanisco Pedro Cabezón, ataviado con madreñas, montera picona y la camiseta azul del Club F1 Oviedo, ofrecía «culetes» de sidra, convencido de que el Mundial iba a ser para el asturiano. «Va a ganar fijo. Sale tercero, Webber está quinto, y, aunque los Red Bull son muy rápidos, Alonso sabe perfectamente lo que tiene que hacer».
Antonio Simón, de Amieva y también miembro del club ovetense, compartía su optimismo. «Va a controlar la carrera seguro. Aunque Vettel y Webber es probable que tengan órdenes de equipo, él sabrá muy bien lo que debe hacer».
José Antonio Rodríguez y Conchita Corujo son fieles a Alonso desde que se convirtió en piloto de Fórmula 1. Cada domingo que hay carrera viajan desde Pola de Siero al Auditorio con su bandera de Asturias a cuestas. Ayer confiaban ciegamente en que el ovetense se convertiría en el número uno del mundo. «Vamos a ganar seguro, cien por ciento que Alonso será campeón», vaticinaba Rodríguez.
Minutos antes de que comenzara la prueba, el auditorio Príncipe Felipe era una fiesta. Los aficionados, puestos en pie, bailaban al son de la música que ilustraba un reportaje televisivo dedicado a la «marea azul», al «alonsismo», y entre risas y aplausos se buscaban entre las imágenes que se proyectaban en la pantalla gigante. El semáforo se va a poner en verde y la tensión se palpa en el ambiente. Comienzan a rugir los motores y Alonso pierde un puesto a favor de Button. «No pasa nada, aún queda mucha carrera», comentan algunos. Los aplausos y las ovaciones de las primeras vueltas van dejando paso a los silencios, las caras de desesperación y las manos en la cabeza. Alonso pasó por boxes demasiado pronto y se ha topado con Petrov, «el tractor amarillo», al que algunos culpan de que el asturiano no ganase.
Se ha pasado el ecuador del Gran Premio y apenas se escuchan algunos «¡uy!» cuando Alonso intenta adelantar al piloto ruso, siempre sin éxito y en ocasiones saliéndose de pista. En la vuelta 39 algunos todavía son optimistas y confían en el triunfo. «En cuanto Button haga su parada, remonta posiciones seguro y gana», señalaban Juan Antonio Rodríguez y Nicolás Reinaldi, ambos de 11 años. Apenas quedan diez vueltas y la gran mayoría ha perdido la fe, pero están orgullosos del ovetense y cada vez que las cámaras de televisión enfocan los intentos del asturiano de adelantar al Renault le ovacionan. Se acaba la carrera, ha ganado Vettel, pero Alonso ha muerto con la botas puestas y sus seguidores se lo agradecen con un fuerte aplauso de despedida.