Advierte un periodista local de la presencia del rey de Bahrein mirando a la imponente torre de control del circuito. «Han arriado la bandera del país y acaban de izar la de nuestro monarca». Igual que en Inglaterra si la reina se encuentra en palacio. Cuando se ausenta, ondea la «Union Jack» en Buckingham Palace. Iba la cosa de coronas en el desierto bahreiní porque don Juan Carlos anduvo por allí con indisimulado disfrute de su pasión por el motor. No le cabía la sonrisa en la cara a Fernando Alonso cuando se saludaron en plena parrilla, a diez minutos del debut oficial del asturiano con Ferrari. «Te veo en el podio», le susurró el Monarca. Hora y media más tarde el piloto salió de la pista coronado. Es la tercera vez que gana en el desierto y nadie lo ha hecho en esta pista tantas veces. Massa tiene dos en su haber (2007 y 2008) y Button (2009) y Schumacher (2004), una por cabeza.
Sólo una carrera bajo la disciplina «rossa» y Fernando Alonso empieza a colocar su nombre en la historia de la Scuderia. Es el cuarto que gana un Gran Premio a la primera. «Todos esos datos quedan para cuando me retire», valoró desde la modestia, centrado nada más que en los puntos del campeonato. No hace mucho, en 2007, Raikkonen lo consiguió en Australia. Nigel Mansell (GP de Brasil, 1989) y Mario Andretti (GP de África del Sur, 1971) amplían la lista de ilustres. Podría haber otro más, el italiano Giancarlo Baghetti, aunque no lo hizo con un coche inscrito por la Scuderia. Llevaba un Ferrari bajo la insignia de la Federación Italiana cuando ganó en Francia (1961).
Ante el podio de Sakhir, la tropa italiana de Ferrari, banderas de la escudería y de la República al viento, cantaban a voz en grito su himno. Acababa de sonar el español, nunca antes las dos melodías estuvieron juntas en un circuito de Fórmula 1. Las victorias de Alonso se han unido a la «Marsellesa» en la época de Renault y al «God save the queen» cuando trataba de sobrevivir bajo el techo de McLaren. Dijo Alonso que tenía ganas de saborear el champán. Lo hizo simbólicamente porque las botellas de ayer eran una bebida de frutas gaseosa por la prohibición islámica del alcohol que, sin embargo, corre sin problemas en los restaurantes y en los hoteles de la capital, Manama. Llevaba dieciocho meses sin catar la ceremonia del podio en el papel de protagonista, desde Japón 2008. Y no lideraba el Mundial desde hacía tres años, cuando, precisamente en Bahrein, disfrutaba de su última ocasión a la cabeza del campeonato, igualado entonces a 22 puntos con Hamilton y Raikkonen.
Al asturiano la victoria en Sakhir le suena a título Mundial. Había vencido en 2005 y 2006 y terminó el año coronado. Igual que ahora, en 2006 el campeonato había comenzado en pleno golfo Pérsico y no en Australia, como era norma últimamente.
Y si Alonso es el cuarto ferrarista que gana una carrera en su primera tarde de rojo, la estadística le pone a tiro una marca de órdago. También son tres los que ganaron el Mundial con el escudo del Cavallino en el año de su estreno. Lo hizo Raikkonen en 2007, el argentino Fangio en 1956 y el sudafricano Schekter en 1979.
«¿Qué puedo decir? No hay mejor forma para empezar su aventura con nosotros», aseguró radiante Stefano Domenicali, el director de Ferrari, liberado también de la presión que sentía por conseguir la primera victoria. Evitó polémicas con Schumacher. Vencerlo es cuestión de estado en Ferrari. «Ahí está el resultado, nada más». Nada menos.