Se va Alonso de Asia lleno de dudas, ante un Ferrari que no pita. El coche necesita cirugía y el equipo motivos para creer, para ilusionarse. El piloto cierra un mes fuera de casa, expatriado desde que el Mundial llevó a Australia, su primera estación, y vuelve con el amargo sabor de la derrota. De apenas haber encontrado motivos para la sonrisa en tres citas y con una situación desconocida desde que acampó en el universo Ferrari. Massa le ha ganado dos veces seguidas. Todavía el español tiene más puntos en la general, pero si algo le duele es que en su mismo garaje alguien consiga un resultado mejor. Soportó lo de Malasia porque, al fin y al cabo, él dominaba a su vecino cuando se golpeó con Hamilton y se torció la aventura. Pero ayer Massa fue Alonso y Alonso fue Massa.
El brasileño estuvo en la batalla hasta que se derrumbó como un castillo de naipes. Se quedó sin aire, pero la victoria parcial sobre el compañero debió parecerle mucho, por encima de lo pobre que es un sexto puesto para alguien que vive bajo el sello Ferrari. «Decir perfecto sería demasiado, pero ha sido una carrera casi perfecta», dijo Felipe Massa, embargado por una incomprensible alegría.
La cara triste era de Alonso. Con los años y por los palos que le han dado, ha aprendido a robotizarse. Sale con el mismo gesto en la victoria y en la derrota, aunque ayer admitió abatimiento. «Me acabo de bajar del coche después de terminar séptimo, así que muy contento no puedo estar». No se le escapa lo delicado que es este momento para su equipo y que las tres semanas hasta el domingo de Turquía sean posiblemente las más importantes de la temporada. Si lo que hagan funciona, hay tiempo para la remontada. Si tropiezan de nuevo, el campeonato se escapará poco a poco. «Confío al cien por cien en esta escudería y el campeonato es largo. La reacción llegará y espero que sea pronto para no dejarnos muchos puntos», dijo.
Echa la vista atrás y piensa que lo de Malasia fue «una bonita sorpresa» por haberse visto en la carrera mucho más rápido de lo esperado, así que el frenazo en China lo interpreta como otro hecho inesperado, pero de tono negativo. «Aquí fue todo más triste», aseguró todavía en el circuito, unas pocas horas antes de tomar el avión de vuelta hacia Europa.
Promete contacto constante con el equipo en los próximos días sin carreras, pero también garantiza desconexión. Oxígeno para una cabeza que lleva un mes sin desconectar. «Entrenaré mucho la preparación física y cogeré la bici. También necesito descansar y despejar un poco la mente».
De la carrera lamentó sus vueltas detrás de Schumacher. «Perdí un puesto en la salida y después de la primera parada estuve muchas vueltas tras él y cuando le adelanté ya estaba descolgado del grupo». Ni un reproche para la decisión de plantear una carrera a dos paradas. «La posición habría sido la misma. Cuando eres lento da igual las veces que cambies los neumáticos. Webber habría llegado al podio con cualquier estrategia porque tenía un coche muy rápido».