Lideraba Mansell en el Mónaco de 1992, dominador del Campeonato, cinco de cinco en su casilla y camino de la sexta. Pero le falló un neumático y pasó por el garaje con suficiente retraso para ceder la primera posición a Senna. Con ruedas nuevas, el inglés inició la caza y en dos vueltas dejó a cero los 5 segundos que le tomaba el brasileño. Hasta el final, fueron cuatro giros inolvidables. Senna tapó todos los huecos con mucho menos coche y dejó para la historia una de las grandes batallas de la Fórmula 1.
Se preparaba una así el domingo en el mismo lugar, pero una bandera roja acabó con el asunto. Primero el coche de seguridad y luego la interrupción. Rodaban Vettel, Alonso y Button juntos, lucha abierta por la victoria, tras llegar hasta allí con diferentes estrategias y los neumáticos en estado muy diverso (destrozados Vettel, algo tocados Alonso y casi nuevos Button). Las opciones de triunfo del asturiano eran grandes, pues esperaban el desfallecimiento de las gomas del Red Bull. Pero la bandera roja por el accidente de Petrov lo arruinó todo. Se frotaban las manos los aficionados por la que se venía encima. Pero con los coches esperando sobre la parrilla, el cambio de neumáticos para todos rompió la magia.
Quedaron para el final cinco vueltas de trámite: una procesión sin alicientes. El multirrevisado reglamento queda de nuevo señalado. Sin polémica esta vez, pero con el factor del espectáculo de fondo. El show, siempre el show, es el fin último de las carreras. La moda ahora es escuchar a los aficionados, preguntarles qué quieren y adaptar a ellos la competición. Sin espectadores, nada tiene sentido. Ningún experto se sorprendió, pero los que no llevan el reglamento bajo el brazo se echaban las manos a la cabeza. Se habían cargado el espectáculo.
Aplicando la lógica, asumían los aficionados que la resalida sería con las mismas condiciones. De esto habló el director deportivo de Pirelli, Paul Hembery. «Pienso en los aficionados y no entiendo esta norma. No sé por qué tiene que permitirse cambiar los neumáticos tras una bandera roja, pero a lo mejor me estoy perdiendo algo».
Alonso se quedó sin victoria y Pirelli sin comprobar el límite de los superblandos en el coche de Vettel. Adelantar en Mónaco es un lujo y la bandera roja lo cortó. Había tres opciones de estrategia y nos había dejado un final de carrera perfecto. Es una pena no haberlo podido ver. «Deberían revisar esa norma», se quejó Hembery.