Una cacería es lo que plantea Ferrari para hoy. Un encierro a la inversa. Con el toro delante y los corredores detrás. El toro es, cómo no, el Red Bull de Sebastian Vettel, otra vez en la pole (6 de 7 este año) con su ventaja sideral de otras pistas reducida a la mínima expresión: menos de dos décimas. Ferrari plantea batalla con sus dos soldados pletóricos. Fernando Alonso guarda las sensaciones de sus dos últimas salidas para ponerlas todas en la parrilla de hoy. Ganó posiciones en Barcelona y en Mónaco, las dos tardes se merendó en el arranque a un Red Bull, a Webber, y ahora el bocado pretende dárselo al líder del Mundial. Y Massa esta vez ha estado a la altura, tercero.
«Tengo opciones de victoria». Así de simple lo radiografía el español. Qué menos para un coche renacido, cincelado en Maranello para una pista que le viene como un guante, sin las curvas rápidas que tan mal le sientan al F150 Italia y con mucha exigencia sobre el motor, bueno para el robusto propulsor Ferrari.
Hacía tanto como diez carreras que Alonso no se veía en la primera línea, desde que el año pasado ganó la pole en Singapur. El de ayer fue su mejor sábado y el de todo el equipo. «Lo nuevo que hemos puesto al coche ha funcionado aquí y eso no pasa siempre», dice animoso el ovetense, que tampoco es ignorante de otros porqués. «Hemos dado un paso adelante pero la mayor ayuda viene de las características del circuito», admite.
Los sábados son territorio alemán porque nadie ha descubierto todavía la pócima que beben los coches energéticos. Alonso plantea un fuerte acoso para esa primera curva a la izquierda seguida de un giro muy cerrado a la derecha donde se repartirán codazos y empujones para salir de la montonera a la cabeza del pelotón.
Por primera vez este año serán mayoría de efectivos rojos en la primera línea del debate. Porque Massa (por fin) ha respondido como se espera de un piloto de la Scuderia y puso en orden sus tiempo para conseguir una vuelta notable.
Tendrá Vettel que vigilar el retrovisor y guardarse del ataque de los coches italianos. El alemán salió ayer contento, muy contento. «No es nuestra pista preferida pero hemos hecho los deberes», dijo. Mucho se le tienen que torcer las cosas para que no se lleve este Mundial. Si aún retiene la pole cuando el circuito es contrario, no hace falta ser adivino para intuir qué pasará en otras lides.
Pero Alonso vive en la inmediatez. Ya lo dijo nada más llegar a Canadá frente a los augurios que señalaban a la isla de Notre Dame con el último lugar para discutir de tú a tú con Vettel. «Espero que sea la primera victoria, pero no la última». Es un aviso de que no va a ser la falta de lucha lo que incline aleje el título de Maranello, por muchos 74 puntos que el alemán le tome ahora mismo en la general.
Pero todo el debate y los sesudos análisis pueden saltar por los aires si sucede algo con lo que todos contaban ayer. Montreal vive estos días una primavera revoltosa, días caprichosos con sol, viento y lluvia... Todo en uno. En el paddock se asume por unanimidad que tocará calzarse por primera vez las Pirelli de agua. Desde la óptica de Alonso, no parece el mejor día para salir a una de esas carreras ruleta rusa, porque el Ferrari se porta muy bien con los neumáticos superblandos que ya usaron en Mónaco.
En la otra Fórmula 1, la de la opaca y dura pelea en la parte baja, sobresalió la sonrisa de Hispania. Esta vez no fueron los últimos de la fila y tampoco fue suyo el coche que no dio el tiempo mínimo. D’Ambrosio no lo alcanzó con el Virgin pero los jueces le repescaron para la carrera porque había estrenado chasis y el viernes sí que había rodado dentro de los límites.