Para comprometer al grupo, nada mejor que la presión de los jefes. Media Ferrari pasa esta semana de concentración invernal en Madonna di Campiglio, un paraíso del esquí donde la convivencia se aprieta entre pilotos, los encargados del marketing y los patrocinadores con más fuerza en la Scuderia. Pero nadie del departamento técnico se deja ver porque meten horas en Maranello con los últimos retoques al coche de la próxima temporada. Allí funcionan a tres turnos. Anoche, Stefano Domenicali, el director del equipo, trasladó a Fernando Alonso y Felipe Massa la realidad de todo lo que sucede en la factoría. Bajo las órdenes del ingeniero Pat Fry, afilan el nuevo monoplaza, al que apenas le queda ajustar los últimos tornillos.
Domenicali se trae la información a la estación dolomítica, una forma de implicar a los encargados de poner la guinda en la pista a una labor de meses en la fábrica. El «jefe» apareció para la cena, directamente desde Maranello, a unos 280 kilómetros de Madonna. Dosis de cariño hacia sus pilotos, más serios que nunca el español y el brasileño, conscientes de lo mucho que deben mejorar las cosas en 2012 tras dos años a la sombre de Red Bull. Y para hoy, a eso del mediodía, está señalada en la agenda la aparición del presidente de Ferrari, Luca di Montezemolo. Imposible más presión en una casa acostumbrada a ganar que ha dejado escapar los últimos cuatro mundiales.
Entre visita y visita, Fernando Alonso sigue adelante con el esquí. Tres años después de su primera concentración con la Scuderia, su nivel ha mejorado. Y mucho. Nada queda del perfil de esquiador vencido hacia atrás, valiente pero limitado en la técnica, que se vio en 2010. Baja como una bala, rodeado de los monitores que le cuidan por la estación y de la guardia íntima que nunca le abandona.
Cuando coge una afición lo hace con ganas. Le pasa con el ciclismo, con el golf y ahora con el esquí. Se entrega a fondo y no le cuesta recorrerse Tokio para llegar a una tienda que le han dicho tiene unos pedales de ultimísima generación. Ayer montó unas tablas con un dispositivo ultramoderno. Unos esquíes con kers. El sistema que acumula energía en las frenadas del F1 y la libera en las rectas, aplicado a la nieve mediante un microchip en cada tabla. Una locura.
Se guardó en un segundo plano ayer Alonso porque era el día reservado para Valentino Rossi y Ducati, «hermana» de Ferrari en el Mundial de Moto GP y también de convivencia invernal por amor de los patrocinadores. Aún no tiene moto, no está terminada, pero el de Tavulia no descarta «un milagro y que sea una auténtica bala». No fue 2011 su mejor año, pero eso no le desanima y se atreve a pronosticar que podría seguir en la casa «dos o tres temporadas más».
Mientras Alonso esquía, Massa vive tranquilo en su discreto segundo plano. No falta su visita diaria a la mesa donde cena la prensa brasileña, bien representada en la estación invernal y ya acostumbrada a las bajas temperaturas después de muchos años detrás de Felipe.
La vida es lenta en Madonna di Campiglio. Todo es calma y buen rollo, pero viene raudo el Mundial, con la primera parada el 18 de marzo, y para entonces, la calma se habrá terminado.