Por el bien del campeonato, Red Bull no viene rematando los domingos lo que adelanta los sábados. Arrasan en la toma de tiempos pero se estrellan en la carrera por mil circunstancias. En Montmeló engancharon otra pole, cinco de cinco esta temporada, después de dar una exhibición y dejar en una minucia la gran vuelta que consiguió Fernando Alonso en la Q3. El asturiano no falló en el momento definitivo, frenó más tarde que nunca en cada curva, pudo acelerar pronto a la salida del viraje y completó un giro de esos de ensueño. La mirada al crono fue desalentadora. El mejor de los coches de la bebida energética, el de Mark Webber, le colocó un segundo al F10, nueve décimas al más rápido de los McLaren (Hamilton) y nada menos que 1,3 segundos al presuntamente renacido Mercedes de Michael Schumacher. Un baño. Por no hablar de Massa, hundido en el noveno hueco de la parrilla a 1,6 de Webber. «Me he sentido como un piloto de rallies. No tenía agarre», comentaba el piloto brasileño.
Lo que pase hoy en Montmeló será otra historia pero tiene toda la pinta de que la estadística del circuito catalán se engordará en un apartado poco alentador para el espectáculo: Los últimos nueve ganadores salieron desde la pole.
Las previsiones niegan un domingo desquiciado. Se correrá en seco. Así que será un día para que Red Bull se defienda. Todos contra ellos, solos frente al mundo. Ya lo hicieron ayer, mano de hierro para dominar la sesión clasificatoria. Se saben tan superiores que no se enredan en una sucesión de vueltas. Salen, hacen su tiempo y se guardan en el garaje. Manda el ahorro de neumáticos. Todos los pasos intermedios tuvieron un Webber-Vettel, por este orden, al frente del listado de nombres.
Alonso apretó en la última toma, se entregó, puso a prueba al Ferrari y el coche no lo hizo del todo mal. Tercer crono con el reloj a cero, con los McLaren todavía en la pista. Hamilton le mejoró una décima, pero Button no aguantó el envite.
Por encima, dos islotes inalcanzables en forma de coche con dibujos de bebida con alas. La escudería del folclore, antes conocida por las fiestas que organizaba todos los jueves en el paddock, ya es un equipo de carreras de verdad. Sueñan con tocar la gloria de la mano del diseñador Adrian Newey. «Cuando faltan recursos hay que ser más listos que los otros», dice el nuevo mago de la Fórmula 1.
Sus dos coches volaban ayer en las curvas rápidas. Imposible más prestancia a la hora de pasar por el viraje número nueve, un giro rápido, ciego y en subida. Fundamental salir de allí zumbando para embalarse en la recta camino de La Caixa. Ahí puede haber hoy adelantamientos.
Todo el mundo ha llegado a Barcelona con su coche retocado. Más aún los cuatro grandes, con la sala de máquinas al rojo vivo para escurrir el cronómetro y arrancarle unas décimas de oro. De Red Bull se sabe que la luz de su garaje no se apagó en las dos noches previas a los entrenamientos libres. El resto es secreto de sumario, pero solo con mirar las fotos se descubren algunas cosas. Un alerón delantero muy cambiado, grande, diferencias notables en el difusor y algún retoque en el fondo plano dan la combinación perfecta para una mejora aerodinámica de escándalo. Es el coche más estable, el que más se pega al suelo, con la ayuda de una suspensión invertida que funciona como un balancín perfecto.
Y mientras tanto en Ferrari no saben si mirar a la buena vuelta de Fernando Alonso para darse un baño de ligero optimismo o al rosario de problemas de Felipe Massa, que no veía la forma de amarrar su coche al asfalto.
En la imagen Alonso saluda a los aficionados asturianos antes de dar comienzo la sesión de calificación. (ángel gonzález, enviado especial de la nueva españa)