Red Bull vive su momento más dulce: Líderes del campeonato y principales candidatos al título. Su coche es un avión, aunque ahora en Canadá sienten por primera vez la presión, con el McLaren de Hamilton por delante en la parrilla y el Ferrari de Alonso en medio de un bonito despertar para el que habrá que esperar confirmación. Pero a la escudería austríaca le ha salido un lunar. Crisis entre sus pilotos. Un encontronazo en la pista de Turquía que mandó al garete un dominio aún más abrumador, enturbió la relación entre sus estrellas y encendió las luces de alarma. Gestionaron el momento como pudieron. Declaración de buenas intenciones y un año más de contrato para Mark Webber. Pero ni el australiano ni el alemán Sebastian Vettel han dado su brazo a torcer. Ninguno asumió las culpas. Desde el muro no saben muy bien qué hacer, por quién decantarse; si por el veterano pero insulso Webber o por un emergente Vettel, moldeado como un producto de marketing a la medida del equipo. Así que el jefe ha tirado por la calle del medio y dejará que decida la pista. Tienen licencia para luchar. Palabra de Christian Horner.
El problema es que uno de los implicados no está del todo convencido con la situación. Mark Webber está a la contra. Se ve al frente del campeonato, muy fuerte los sábados, dueño de cuatro poles antes de llegar a Canadá, y más o menos solvente los domingos.
Pero la orden de ahorrar gasolina en Turquía le olió a chamusquina. Al momento vio a Vettel por el retrovisor, subido a su chepa y en unos segundos se desató la tragedia. ¿Era de verdad necesario bajar el gasto de combustible o se trataba de una maniobra para lanzar a Vettel a la cabeza del Mundial?
Estaban empatados a puntos y al equipo pudo parecerle el momento ideal para lanzar a su delfín. Que Webber vaya delante está bien, pero gustar, lo que se dice gustar, es que sea el joven alemán quien marque el ritmo. Tiene la imagen perfecta de Red Bull. Desenfadado, arriesgado, con pinta de surfista, les pone nombre de mujer a sus coches... todo un icono en potencia.
De momento tendrá que esperar y seguir el mandato de Horner. «Tienen permiso para competir entre ellos, pero espero que se respeten como han hecho otras muchas veces antes».
En Turquía Vettel era más rápido y se lanzó a por su compañero. Pero Webber dejó una muestra de personalidad. No se apartó de la trazada, guardó su posición y los dos acabaron en la cuneta. El australiano volvió y terminó tercero. Poco premio para lo que era un doblete cantado. No tenía otra opción. Haberse apartado, mostrar debilidad, le habría enterrado en el equipo.
Dos semanas más tarde ninguno ha cedido. «Somos una escudería joven y tener dos coches arriba es una prueba del trabajo y el esfuerzo que hay detrás», dice Horner, convencido de que hace lo correcto permitiendo la batalla. «¿Hay algo de malo en dejar a dos pilotos competir? Si quisiéramos procesiones les diríamos que guardasen la posición después de la salida, pero Red Bull no es así; ésa no es nuestra idea de la competición».
En la imagen Los mecánicos de Red Bull empujan los coches de Webber y Vettel para meterlos en los garajes. valdrin hexmaj / efe