Un milagro, de aquellos de antaño, de los que hacía Fernando Alonso cuando tenía todo en contra, cuando luchaba con un Renault contra el imperio de Michael Schumacher y Ferrari (2006), o contra el de Kimi Raikkonen y McLaren (2005). Les robó un Mundial a cada uno el asturiano a base de hazañas. Eran proezas como la que se plantea para hoy tras ocupar la décima plaza en la parrilla de Spa, con todos los gallos por delante. Lo mejor, lo más positivo para los que confían en el ovetense, es que no se mostró preocupado por algo que encendería señales de alarma en cualquier casa. Curioso cómo se desinfló el Ferrari en Bélgica, imperial el viernes y perdido el sábado ya desde la sesión libre de la mañana, mientras Mark Webber, el líder del campeonato, cazaba otra pole, su quinta del ejercicio, y el británico Lewis Hamilton resucitaba al McLaren colocándolo junto al australiano en la pole.
Casi todo tiene explicación en la Fórmula 1 y hay que hablar de apuestas para saber qué le sucedió ayer a Fernando Alonso, mucho más lento que su compañero Felipe Massa (1,1 segundos). Un órdago desde luego arriesgado el que tomó el asturiano junto a su equipo. Dicen las previsiones que hoy lloverá a mares. Por eso sacaron el F10 con reglajes de agua, con mucha carga aerodinámica (menos velocidad en recta y más estabilidad en las curvas). Por ahí sufrió el asturiano en una tanda de clasificación que se desarrolló prácticamente en seco.
Del sábado al domingo no se puede variar esa configuración y por eso en Ferrari rezan para que se cumpla el pronóstico y llueva, a pesar de que así aparecen decenas de variables que convierten la jornada en una lotería: accidentes, coches de seguridad, chaparrones repentinos que te hunden o te catapultan en la carrera… Pero es que sin agua y con ese alerón estará perdido. No podrá adelantar en Les Combes ni después del Bus Stop, los dos puntos calientes de la pista.
Llovió también en la primera toma de tiempos pero luego apenas se mojó más la pista. Solo al final, y entonces también le vino mal al asturiano, porque para ese momento esperaban seco y habían guardado un juego de neumáticos blandos sin usar para ese momento. No le sirvieron para nada en una última vuelta con el asfalto húmedo.
Alonso se esperaba al último momento para dar el golpe, al menos para colocarse en las primeras líneas de la parrilla, y por eso su primer paso en la Q3 lo hizo con un juego usado en la anterior tanda. Fue de los pocos que escogió esa opción y entonces empezó a cavar su tumba. Spa se le pone cuesta arriba, tanto como la impresionante rampa de Eau Rouge, donde Senna decía que hablaba con Dios, que su cabeza le pedía pasarla a fondo pero su pie no se lo permitía. Ya no es lo mismo porque la tecnología ha cambiado, como también el asfalto y las escapatorias, y hoy en día todos los pilotos la hacen con el acelerador hasta el final.
No dan muchas explicaciones desde Ferrari de lo sucedido ayer con Alonso. «Un día difícil», dicen a través de los canales extraoficiales de la Scuderia, a la vez que se agarran al pequeño chaparrón final de la Q3 para justificar todo lo ocurrido. «Había guardado un juego de neumáticos nuevos para los minutos finales pero Spa es impredecible. Llovió un poco al acabar y no pudo hacer el tiempo de que es capaz», explicaba Chris Dyer, ingeniero jefe de Ferrari.
Mientras Fernando Alonso sufría, Mark Webber sonreía desde la pole. Otra vez un Red Bull al frente de la parrilla por mucho que se señalaba los días previos a la pista belga como su talón de Aquiles. Su compañero Sebastian Vettel se quedó en la segunda línea (cuarto) porque cometió un error de pilotaje que le arrebató un puñado de décimas que siempre son decisivas. Al alemán le mejoró Robert Kubica, tercero. Cada vez sorprende menos ver al polaco delante, lanzado gracias al conducto «F» que estrena Renault este fin de semana, y haciendo subir su cotización cada domingo en el mercado de la F1.
Y cruz total en Mercedes, con Rosberg y Schumacher en el pelotón de cola tras acumular sendas sanciones.