Jugar al límite siempre implica riesgos. Convertir la Fórmula 1 en una ruleta rusa es peligroso porque la vida al límite tan pronto te catapulta al estrellato como te devuelve a la realidad de una bofetada. Fernando Alonso le vio la cara fea a las carreras en Spa. Había puesto a Eau Rouge como testigo para una tarde épica, de esas que entrega de tanto en tanto. Invocó a la lluvia para tapar las carencias del Ferrari, apostó por un coche preparado para el agua, para una batalla con el traje de baño puesto. No tuvo su día. Patinó en un escenario perfecto para escribir con letras de oro y vio que todo por lo que había luchado en los últimos meses se les escapaba en un suspiro. Por un tropezón, por pisar un piano, la lengua rojiblanca que señala la pista. Fue tocarlo e irse el F10 a hacer gárgaras. Un golpe contra la protección, otro, y de pronto, un viaje en el tiempo. Dos meses atrás, al 11 de julio, el día de gloria de la Roja en Sudáfrica. Aquella tarde en Silverstone se quedaba a más de 40 puntos del líder. Ahora pierde 41 con Hamilton y al sprint de siete carreras ya sólo le quedan seis. Cada vez menos margen para la remontada, de nuevo obligado a correr al límite.
El turno para la sonrisa le corresponde a Hamilton. Gran carrera del nuevo líder. Sigue el baile en la cabeza del campeonato; una semana para ti, otra para mí. Lo hizo muy bien, sí, sombrerazo para el inglés, que también contó con esa pizca de suerte necesaria en la vida. Cuando más llovía, a pocas vueltas para el final, perdió el control del coche. Viajó por la cuneta pero evitó el muro. Volvió al asfalto intacto, todavía primero. Victoria asegurada.
El día no venía bien para Fernando Alonso. Ya se torció el sábado. Mala clasificación y décimo a la parrilla. Estaría en medio del pelotón, mal circuito para meterse de lleno en la batalla. Y pasó lo que se temía. Ganó dos puestos al arranque pero siete kilómetros después, sin tiempo para completar la primera vuelta, sintió una sacudida y su coche giró como una peonza.
Barrichello celebraba su Gran Premio 300. Toda una vida en las carreras, pero el cumpleaños le duró poco. Se llevó por delante al asturiano, obligado a pasar por el garaje. Último. Igual que en Australia, en Malasia, en Mónaco… demasiadas veces para quien pretende ser campeón del mundo.
Chispeaba en Spa y la niebla se agarraba a los pinos centenarios de Las Ardenas. Visitó Alonso a sus mecánicos y salió con ruedas para el agua. Error. Tres vueltas después regresaba por las lisas porque el cielo se secó. Más tiempo perdido.
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