En una esquina de la carpa de Ferrari, Felipe Massa, apoyado en el respaldo de una silla, gesticulaba y daba explicaciones. Le contaba al jefe de prensa del equipo lo que había pasado, cómo se había visto fuera de la carrera en la primera curva y se había llevado por delante al Force India de Liuzzi. La cara del brasileño lo decía todo. Desencajado, no sabía cómo manejar la situación. Desde el garaje había caminado hasta el campamento del equipo enfrascado en otra charla. También muy serio, le contaba sus problemas a un periodista brasileño. Son unos pocos en la inmensidad de la sala de prensa y apenas los únicos aliados que le quedan. En sólo unos meses, Alonso lo ha superado en la Scuderia en el cariño que Felipinho se ganó las cuatro temporadas anteriores.
Se le hace cuesta arriba a Massa digerir la situación. Sufre un baño deportivo de proporciones considerables. Tiene 78 puntos de retraso con Alonso, que le gana 12-4 en las clasificatorias y 11-5 en carrera. Goleada, se mire por donde se mire. Es sexto en el Mundial, nunca estuvo entre los candidatos cuando empezaron a definirse las posiciones y hasta Rosberg con el criticado Mercedes le tiene a sólo seis puntos.
Con Fernando Alonso su relación no es especialmente buena. El incidente de Alemania y las órdenes de equipo que beneficiaron al asturiano le han dejado muy tocado. En cuanto tiene ocasión, remarca que él no es segundo de nadie, que sólo corre para ganar. Pero cada fin de semana de carreras pierde razones porque el otro coche del equipo termina por delante del suyo. Cuesta recordar la última vez que enseñó un par de sonrisas seguidas.
En Japón se peleó con una periodista alemana. La acusó de tergiversar sus respuestas en una entrevista. Massa las matizó, pero no hizo ni una referencia a lo que había declarado de Alonso. «No es mejor que otros compañeros que he tenido».
Massa achaca sus males a los problemas que sufre con los neumáticos por su estilo de pilotaje. Se lo pusieron muy fácil a Alonso, que por primera vez contraatacó. «No pierdo el tiempo analizando tipos de conducción», dijo.
En Japón todo se le complicó al brasileño ya en la clasificación, muy flojo desde el inicio y fuera de la Q3. «El tráfico me impidió seguir adelante», se justificó. Hundido en la parrilla, no duró ni quince segundos en carrera. «Llegué a la primera curva y Rosberg casi me echa. Intenté evitarlo y apareció Sutil. De pronto, me vi sobre el piano y el coche despegó sin control con la mala suerte de que me llevé por delante a Liuzzi. Fue una pena porque, como se vio con Fernando, teníamos ritmo en carrera y podría haber luchado por los puntos».
Con gesto serio, Massa aguardaba paciente a que finalizase el suplicio de las explicaciones, aunque de pronto le apareció un aliado importante e inesperado. Nada menos que el presidente de Ferrari, Luca di Montezemolo. «Lo siento por Felipe. No ha tenido suerte este fin de semana, pero estoy seguro de que será la sorpresa de las tres últimas carreras», comentó.