El año de su vuelta a la vida, el primero tras el accidente que casi le deja en un circuito, le está saliendo a Felipe Massa a disgusto mensual. Debía ser una temporada para celebrar su regreso pero va a terminar entre tinieblas. Saludó a la muerte en Hungría 2009, la esquivó y se reinventó como piloto y como persona. Nació su hijo, Felipinho, y el piloto empezó a ver la luz. Cuestionado de siempre en Brasil, nunca ha calado en la torcida como Barrichello. Ganó crédito en 2008, cuando se le fue de entre las manos un Mundial que tenía ganado. El país empezó a quererle en la adversidad de una derrota que encajó con gallardía. Con la desgracia del muelle desprendido del Brawn de Barrichello, sus días en el hospital y su milagrosa recuperación, entró en el corazón de sus compatriotas. Regresó este ejercicio y se encontró a Alonso metido en casa. Le está machacando en la pista y Brasil vuelve a sospechar del piloto al que un día indultó.
Es difícil salir bien parado de la comparación con Alonso. Poco lo han hecho, sólo Hamilton en el tormentoso 2007 cuando el español no pudo con el empuje de toda una escudería a favor de su compañero y rival. En el primer año en Ferrari ha fulminado a Massa. Le gana 12-7 en las cronometradas de los sábados y la clasificación enseña una sangría de 88 puntos entre ambos.
Ahora un fiscal de Sao Paulo hurga en la herida. Amenaza con sacarle «esposado» de Interlagos si cede la plaza ante Alonso para ayudarle a ganar el Mundial. Dice el hombre, que se llama Paulo Castilho, que una conducta así podría encajar en la figura de fraude que refleja el Estatuto de los aficionados, un reglamento local para las competiciones deportivas.
En Ferrari, perplejos, no tardaron en emitir un comunicado. «La Fórmula 1 es un deporte de equipo y es función de los pilotos actuar para que su equipo obtenga el mejor resultado posible, siempre dentro de las reglas».
Massa ya ha dicho que apoyaría al asturiano, que ya lo hizo aquí mismo en 2007 con Raikkonen y que él es un profesional.
Sería cómico ver a la policía a la puerta del paddock, con la orden de arresto del fiscal Castilho. Un piloto esposado y un poco más allá, otro que festeja con champán. Rompe la hipótesis el abogado paulista Heraldo Panhoca, apoyándose en el carácter internacional de la Fórmula 1. «El circuito sería como una embajada, lo que dice la fiscalía no tiene sentido», sostiene.
Felipe Massa, en todo caso, se reencuentra hoy con su afición. Y ellos, no como el fiscal, sí que le juzgarán.
En la imagen Felipe Massa, ayer, en el garaje de Ferrari en Interlagos. marcelo sayao / efe