Acrobacias de aviones, motos saltarinas, paracaidismo, saltos desde acantilados... El deporte extremo viaja por el mundo de la mano de Red Bull. A golpe de patrocinio, con el talonario en la mano, la firma de la bebida energética se ha ligado al espectáculo deportivo. Venden esfuerzo, retos imposibles, competitividad, frescura y juventud. Por todo eso, secretos de marketing, imagen de marca, posicionamiento y demás estrategias de ventas, el dilema en que les ha puesto la Fórmula 1 les llega a incomodar. ¿Mark Webber o Sebastian Vettel? ¿El discreto veterano australiano o el pujante imberbe alemán?
En los cuarteles generales de la firma austriaca quieren el título. Un chorro de publicidad que justifique de un plumazo la millonaria inversión realizada y los seis años en el Mundial de la F1. Habrían podido entregárselo a Webber con sutiles ayudas pero no lo han hecho. Esperan hasta el final confiando en que el destino les resuelva la papeleta.
Llevan todo el año agitando la bandera de la igualdad. También criticando con fuerza la maniobra de Ferrari en Alemania a favor de Fernando Alonso. Entrar a ese juego echaría por tierra sus teorías. En el paddock de Interlagos un miembro con peso en el equipo deslizaba entre susurros las dudas de la marca. Una acción no del todo limpia les podría dañar en un mercado tan sensible como el suyo, plagado de gente joven y ambiciosa, rebeldes que escapan del dictado de la burocracia y detestan las decisiones tomadas desde un sillón.
De la indecisión de sus rivales podría sacar tajada el bicampeón asturiano. Si llega segundo en Abu Dhabi no tendría que mirar a nadie. El campeonato sería suyo. Pero con una victoria de Vettel se permitiría un tercer o un cuarto puesto y aún así tendría su tercer Mundial en el bolsillo.
Las opciones del piloto alemán dan más vida al asturiano. Pero cuesta creer que, con sus dos coches delante, Red Bull regale el Mundial a su rival. Su problema será convencer a Vettel al final de la carrera de que ya no tiene opciones. El alemán siempre podrá pensar que Alonso puede romper el motor o salirse de la pista hasta la última vuelta. Christian Horner, director del equipo, simplifica el escenario. «La igualdad ha sido nuestra filosofía y seguiremos así hasta el final», mantiene.
En realidad, Horner tiene poco que decir. Si la decisión final fuera suya habría finiquitado el problema hace tiempo a favor de Webber aplicando la lógica aplastante de las carreras, la que en su día aplicó Ferrari con Alonso y Massa: el equipo va con el mejor clasificado. A pesar de los problemas de todo el año, tiene una gran relación con el australiano. Incluso son socios en un equipo que han montado para la GP3, una de las canteras de pilotos que crece alrededor del «Circo» de la Fórmula 1.
Pero hay un personaje en la órbita de Red Bull con más peso que Horner: Helmut Marko, asesor externo e ideólogo del programa de talentos que patrocina la marca. Dietrich Mateschitz, propietario del imperio de la bebida energética, le ha entregado todo lo que ha pedido, dinero principalmente. Por sus manos, por la «cantera» de Red Bull, han pasado algo más de 150 chicos. Y uno de ellos es Sebastian Vettel. Su triunfo legitimaría la inversión. Ahí está otra de las claves.
Por supuesto, el piloto alemán es un molde a medida de la marca. Joven, dinámico, fresco... un producto cincelado durante años a quien confían su futuro en la Fórmula 1. Les viene mejor ponerle en el Olimpo de las carreras frente a un Webber que ha sido fiel a la escudería pero que da sus últimos pasos en la competición.
Vettel ha crecido con el equipo. Era un crío cuando Red Bull llegó a la Fórmula 1, hace seis años, y su primera visita a la fábrica de Milton Keynes (Inglaterra) le quedó grabada para siempre. «Acababa de sacarme el carné de conducir y viajé en coche hasta allí. Me brillaban los ojos de la emoción y mira ahora dónde ha llegado este proyecto. Se trata de algo más que poner dinero. Es tiempo, paciencia y mucha pasión», dice el alemán.
Una pasión que ahora invade todo el paddock. La semana será intensa camino de la resolución en Abu Dhabi. Hacia allí camina esa ciudad ambulante que es el «Circo» de la Fórmula 1 para decidir el ganador de la temporada más competida y con más aspirantes de toda la historia.