Alonso quedó descabalgado de la mejor de las tres carreras que llevamos este año. Superado por Massa al inicio, del primer cambio de neumáticos el asturiano salió aún más atrás. Del segundo regresó octavo y ganó la séptima plaza cuando Schumacher, de nuevo frente al asturiano, fue a por su tercer juego.
Alonso malvivió lejos de los focos. Su plan de dos paradas le dejaba tocado para el tramo final de cada relevo. La nueva F1, la de la variedad de estrategias y enormes diferencias de ritmos según el estado de las gomas, le enseñó la cara menos amable. Convertido en una pieza de fácil captura, el Ferrari soportó en la pista los adelantamientos de Button y Hamilton cuando ya tenían un viaje más por la calle de garajes. Luego lo devoró Webber, y a poco que la carrera hubiese durado una vuelta más lo habría hecho Schumacher. La tensión se mascaba en el entorno del ovetense.
Vettel, despistado en la salida, quizá porque la supuesta zona buena no lo era tanto, entregó el liderato. Lo disfrutaron un buen rato Button y Rosberg, que al final no soportó la presión. Hasta que llegó el ataque brutal de Hamilton. Lo que hizo con Vettel a falta de cuatro vueltas entra en el capítulo de grandes maniobras. Arriesgó y encontró un premio tan valioso como cortar al alemán su chorro de victorias. Un alivio para la buena salud del Campeonato.