Sobrevivir en un equipo pequeño puede ser a veces una odisea. Cuanto menos medios tiene una escudería, más desprotegido queda el piloto, obligado a buscarse la vida cada fin de semana con una serie de pequeños objetivos que justifiquen su permanencia en el asiento. A las puertas de la Fórmula 1, decenas de pilotos pululan por las categorías menores, muchos con abultada cartera y patrocinadores amigos a la espera de que la flojera del titular les abra el camino hacia la máxima categoría. En esas se encuentra más o menos Jaime Alguersuari, luchador en una organización, que vive a la sombra de Red Bull, pero con muchas más penurias tecnológicas que los líderes del Mundial. Ahora resulta que quieren moverle el asiento porque el jovencito Ricciardo, que tiene sitio en las pruebas de los viernes, empuja fuerte por detrás.
El español sufrió ayer en la sesión clasificatoria. Le visitó esa mala suerte que se ceba de vez en cuando con los que pelean en zona media del pelotón. Se quedó fuera a las primeras de cambio y saldrá decimoctavo, aunque a optimista no le gana nadie y cree que puede llegar a los puntos. «¿Por qué no? Es difícil adelantar aquí pero la recta es larga y con la ayuda del kers y del alerón móvil todo es posible», dice. Recuerda, seguro, la machada que hizo en Canadá, cuando terminó octavo después de haber salido el último desde el pit lane.
Solo un par de días antes, había explotado frente al chorro de rumores que ponen en duda su continuidad en la escudería. «Estoy harto y aburrido de tantas tonterías. Parece que cualquier rumor tiene más fuerza que lo que digan Franz Tost (director de Toro Rosso) o Helmut Marko (responsable del programa de pilotos). Siento el apoyo de Toro Rosso», dijo.