En las primeras vueltas, el orden de la carrera fue un reflejo de la jerarquía del Mundial. Dos Red Bull al frente, después los dos Ferrari, la pareja de McLaren a continuación y después el dúo de Mercedes.
Alonso tardó solo diez vueltas en anunciar sus intenciones. Iba decidido a por Mark Webber. Cuatro giros más tarde pasaron por el primer cambio de neumáticos y en la 19 comenzó el acoso. Al F150 le gustan las pistas de rectas largas y fuertes frenadas. Gracias a su tracción, el alerón móvil cumplió su trabajo y, después de un par de intentos de tanteo, el australiano cedió a la presión de Alonso cuando se cumplían 24 pasos por meta.
Pero el esfuerzo del asturiano sirvió de poco porque en el segundo relevo de neumáticos Webber recuperó la posición y mandó a Alonso a la medalla de bronce. Los tres nombres del podio estaban decididos y la victoria tenía el nombre de Sebastian Vettel, impecable, como siempre esta temporada, por la que circula plácidamente sin errores ni problemas mecánicos. Faltaba solucionar la batalla entre los perseguidores. Alonso se llevó el premio tras del último paso por boxes, hábilmente retrasado por los estrategas de Ferrari que esta vez sí estuvieron finos, y que contaron con el error de Webber al enfilar el carril.
Con el paso de Vettel por el taller quedó todo resuelto. Simplemente disfrutó los últimos pasos hacia su sexta victoria del año y décimo podio consecutivo gracias distancia que le había tomado a Alonso. El asturiano miraba de reojo a Webber, que rodaba solamente dos segundos por detrás. Pero el temor se diluyó cuando anunciaron al australiano que gastaba demasiada gasolina y debía rebajar las revoluciones. El australiano ató al toro que lleva en el capó y se conformó con la tercera plaza. Al cruzar la meta, Alonso, satisfecho, saludó con la mano a la tribuna. Había igualado su mejor resultado de la temporada gracias a una carrera impecable.