Ganar en el Camp Nou para el Madrid o en el Bernabeu para el Barça. Eso es triunfar en casa del mayor rival, del eterno enemigo. Lo hizo ayer Ferrari en Inglaterra. Silverstone es el templo de McLaren. Su casa. Donde 120.000 aficionados van a pasar el día en familia con la Union Jack al cuello. A 35 kilómetros, en Milton Keynes, está la sede de Red Bull, escudería de bandera austriaca y corazón inglés, dominadores sin piedad del Mundial. Querían brindar la victoria a los muchachos de la fábrica, pero se toparon con Fernando Alonso. Lo más de lo más para Ferrari es lucirse en Monza, junto a los suyos, pero llevarse la copa dorada de Silverstone, la cuna de la Fórmula 1, supone un plus de motivación.
De la mano de Fernando Alonso, la Scuderia se dio un baño de moral y autoestima. Primera victoria del año y un soplo de esperanza para el futuro. El asturiano firmó una carrera redonda y aprovechó el error final de Red Bull, que se atascó en el último cambio de neumáticos.
Una vez líder, tiró y tiró, aplicó el «push, push» que les gritan a los pilotos por radio cuando es necesario un esfuerzo extra y abrió el hueco suficiente para cruzar la meta henchido de autoridad, dieciséis segundos y medio antes que Vettel.
El liderato queda todavía muy lejos y el kaisercito de Red Bull viaja tranquilo en la silla del líder porque le toma a Webber 80 puntos y 92 a Alonso, que salta hasta el tercer escalón de la general, ya con más botín que los dos de McLaren.
Fue el fin de semana del revuelo técnico. Del ahora vale, ahora no, ahora vais a decidir vosotros. Al final parece que todo vuelve a lo conocido hasta ahora y que Inglaterra se quedará como el Gran Premio en que la FIA prohibió uno de los inventos del año para después volver sobre sus pasos. Regresan entonces en todo su esplendor los escapes sopladores, como le dicen los ingenieros en su jerga incomprensible a ese sistema que envía aire del motor a la parte baja del coche incluso cuando el piloto no acelera y el propulsor no se revoluciona.
Nadie se negó. Ni siquiera Ferrari, a quien señalaban como los grandes beneficiados. Pero en la Scuderia creen que no les ha entregado tanto. «Todo está igual, no he visto a un Force IndiaIndia o un SauberSauberSauber luchando por la victoria», dijo Alonso. Rechaza el argumento también Stefano Domenicali, convencido el director del equipo de que ha sido la segunda gran evolución del año (suspensiones, difusor y alerón trasero) la que les ha entregado las décimas que tantas veces Red Bull les birlaba.
El final de la película fue feliz para Alonso, aunque al comienzo la historia parecía la de siempre. Tenía Webber la pole frente a Vettel, pero al australiano la ventaja le duró apenas cincuenta metros. Se lanzó el alemán hacia adelante y Alonso, que quiso ir a por el segundo Red Bull, se tuvo que acomodar en la tercera plaza. Perdió el ovetense 1,5 segundos en el primer cambio de neumáticos porque un McLaren le taponaba la salida por el carril de los garajes, y tuvo que aplazar la presión a Webber.
En el primer tramo de la carrera, Alonso rondaba los puestos de podio. Ahora tercero, ahora cuarto, después de que Hamilton le pasara por encima en la vuelta 15ª.
Con la pista mojada al inicio y los neumáticos de agua calzados, el asturiano se defendió bien, aunque con algún problema de temperatura. Después tocó poner el compuesto blando y cayó la obligación de colocar los más duros, que es lo que dice el reglamento en caso de agua.
Perfecto para Ferrari, que con la pista seca se olvidaba de las gomas problemáticas. Con más calor en el asfalto, el F150 empezó a entonarse, y en la 24.ª vuelta le devolvió la bofetada a Hamilton con un adelantamiento limpio.
Al poco, llegó la sorpresa de la tarde. Se enganchó Vettel en el pit stop. Y Alonso, con una rápida operación en el garaje, tomó el liderato. Puso después la directa y con un ritmo implacable abrió el hueco justo para evitar problemas. En pocas vueltas ya tenía nueve segundos que siguieron aumentando y le dieron la calma que siempre hace falta para el último relevo. No quiso saber nada Alonso de la que se formó por detrás para decidir el podio.
Hamilton, sin gasolina, se diluyó y cedió su lugar a Webber, que después se pegó con Vettel por la segunda plaza hasta que la radio del equipo le dijo que hasta ahí llegaba su aventura. Y con el inglés en barrena, Massa quiso robarle la cuarta posición y montó un acoso y derribo que terminó sin éxito, con el Ferrari desbocado por las escapatorias y los dos coches dañados en una de las embestidas, aunque con Hamilton por delante del brasileño. A Alonso eso ya no le importaba. Había ganado con autoridad.
En la imagen Fernando Alonso levanta el brazo al cruzar le línea de meta del circuito de Silverstone, donde suma su primera victoria de la temporada. / reuters