Que Michael Schumacher se dé una vuelta por el cuartel general de Ferrari ya no es noticia en los circuitos. Añora la pasta de su antiguo equipo y en cuanto puede se acerca a comer al calor de la buena cocina de la Scuderia. Ya lo hizo en Bahrein y también en Albert Park hace un par de días. Su visita tras la sesión clasificatoria no fue tan amistosa. El Schumacher con piel de cordero, manso al volante de un Mercedes todavía verde en la pista, resucitó al orgulloso Kaiser, el que campaba a sus anchas por los circuitos y dominaba el paddock de cabo a rabo.
A media tarde tomó la senda camino del campamento rojo de Ferrari en busca de Fernando Alonso. Directamente, sin dejar siquiera que el asturiano se bajara del coche, le pidió explicaciones porque consideraba que le había entorpecido cuando intentaba su última vuelta rápida en la sesión de clasificación. El asturiano evitó la batalla. «Me ha dicho que el equipo no le avisó de que llegaba, pero ayer en la reunión de pilotos estuvimos de acuerdo en que debíamos prestar más atención a los retrovisores», dijo más tarde el alemán, claramente molesto. Michael, descontento con su séptimo lugar en la parrilla -igual que en Bahrein-, siguió de procesión y también hostigó a Hamilton. Y remató su tarde de paseos en el despacho del director de la carrera, Charlie Whiting.
Pero nadie movió la composición de la parrilla para la carrera de esta mañana, con Fernando Alonso, igual que en Bahrein, colocado en la tercera plaza y en la zona limpia de la pista. La sesión tuvo un único color. El de Red Bull. Vettel firmó el «dos de dos» en las poles de esta temporada y esta vez se protegió con su compañero Mark Webber.
Fernando Alonso se fue contento con su tercer lugar. «Parecía que nos iban a colocar cuatro décimas, pero al final hemos estado muy cerca», dijo después de una Q3 para enmarcar. Mejoró en cada uno de sus tres intentos (1.24.4, 1.24.2 y 1.24.1), pero no pudo con el poderío a una vuelta de los coches de la bebida energética.
El F10 tiene mejor ritmo en carrera, aunque le cuesta ponerse los sábados a la altura de Vettel y Webber, entre otras cosas por el tiempo que le toma al Ferrari llevar los neumáticos a su temperatura ideal. Por ahí pudo venir el discreto tono que dio Massa, únicamente quinto al final del día, por detrás de Jenson Button y delante de los dos Mercedes, Rosberg otra vez mejor que Schumacher, por cierto. «No encontré nada de agarre», se justificó el brasileño.
Con los dos Red Bull por delante y las especiales características del circuito de Melbourne, Fernando Alonso se pone dos objetivos. «El primero, terminar la carrera; el segundo, hacerlo mejorando el puesto de la parrilla». La ausencia de escapatoria, los baches en la pista, las sombras que se esperan para las últimas vueltas (se corre a las cinco de la tarde hora local) y una pista con poco agarre en general propician carreras muy movidas. Hace dos años sólo terminaron seis coches. «Si no puedo atacar, un podio sería maravilloso, porque tendría dos en dos carreras. Lo que necesito es una carrera tranquila porque los incidentes benefician a los que vienen detrás, como Hamilton, que está muy retrasado», concluía Alonso.