Desde Europa el viaje a São Paulo es eterno. Más si la excursión marca una «hoja de ruta» de dos semanas, con parada en Interlagos, bola de partido en el autódromo José Carlos Pace y traslado a la otra punta del mundo camino de Abu Dabi. Al desierto pérsico puede viajar la fórmula 1 resuelta si se apunta a la tendencia de los cinco últimos años: el campeón se conoció en Brasil, y dio igual que fuera o no la última carrera. Tiene el servicio para ganar Fernando Alonso, el único que puede irse con las manos llenas antes de tiempo. El asturiano regresa a Interlagos, su pista fetiche, la de los cinco podios sin victoria pero la de sus dos títulos mundiales, el que le ganó a Raikkonen en 2005 y el del año siguiente, cuando dudó de la supremacía de Schumacher y le derrotó desde su Renault.
Acaba de ponerse el amarillo de líder. Lo tuvo que rescatar del fondo del armario porque hasta que llegó la acuática aventura de Corea no se lo había enfundado desde Australia, allá por la segunda carrera de un Mundial de 19 estaciones, a punto ahora de llegar al final del recorrido ante la penúltima parada brasileña. Pero ahora Alonso es el rival más temido. No tiene el mejor coche, eso sigue siendo cosa de Red Bull, pero sí es el que mejor maneja las situaciones límite. Se subió al tren in extremis, con una victoria en Monza que puso en pie a toda Italia. Desde entonces camina por el alambre y dibuja una trayectoria de vértigo. De podio en podio con el único resbalón de Bélgica, mientras que sus rivales dejaban escapar una cascada de puntos.
Red Bull, porque nunca supo gestionar la superioridad. El choque de egos en el garaje entre Webber y Vettel lo fue también entre carrocerías cuando echaron por tierra un doblete en Turquía. Parece imposible que un equipo con catorce poles no haya cerrado el Mundial hace semanas. Pero es así y ahora lo tienen cuesta arriba, aunque siempre en la confianza de que su vertiginoso monoplaza les puede sacar del apuro.
El equipo de la bebida que da alas no contempla otro «coreazo», el fiasco de un doble abandono que lanzó a Alonso al infinito. Es lo que espera el asturiano, que en los cálculos más sencillos será campeón si gana en Interlagos y Webber cae más abajo de la cuarta posición. Hay otras combinaciones, pero ya implican también a Hamilton y a Vettel.
Brasil trae a la memoria española imágenes de triunfo. De alegría desbordada en 2005 y 2006, pero también de angustia, con aquel podio que Alonso consiguió desde el hospital en una carrera que nunca terminó, bajo un caos de agua y accidentes. Desde la camilla, el pulgar de Alonso dijo que todo iba más o menos bien, pero estremeció ver al Renault rebotar contra el muro como una bola de billar. El trofeo se lo entregaron al día siguiente. Insólito en la fórmula 1.
Incluso cuando sufrió en su vuelta a Renault, Alonso se subió al podio, segundo el año pasado y testigo mudo del título de Jenson Button. El Mundial se detiene otra vez este fin de semana en la pista fetiche del asturiano. En un lugar donde nunca ha ganado, pero donde lo ha conseguido todo.
t La «ventaja» de McLaren. Martin Whitmarsh, jefe del equipo McLaren-Mercedes, considera que sus pilotos disponen de una potencial ventaja respecto a los otros tres aspirantes al título debido a que sus coches disponen de motores menos castigados para afrontar las dos últimas carreras del Campeonato.
Los cinco aspirantes al título ya han utilizado los ocho motores nuevos a los que tienen derecho. La utilización de un noveno propulsor acarrearía una penalización de diez plazas en la formación de salida. Pese a ello, Whitmarsh considera que los motores que sus dos pilotos tienen a su disposición para reutilizarlos están menos castigados que los de la competencia.
