Hace tres años, en esta misma pista, un Sebastian Vettel de 19 años con cara de niño, saltaba a las portadas por su primer triunfo en la F1. Ganó con un Toro Rosso, el hermano pequeño del coche con el que ahora se pasea por el Mundial. En ese periodo acumula 18 victorias –ocho ya esta temporada– y ayer, feliz sobre el podio de Monza, echó a volar su imaginación: «Lo único que podría mejorar lo que he sentido es ganar aquí vestido de rojo».
El camino natural de Sebastian Vettel señala a una gran escudería. Igual que otros campeones anteriores que triunfaron primero en un equipo secundario y viajaron después hacia los lugares donde viven grandes pilotos. Lo hizo Schumacher, bicampeón en 1994 y 1995 en Benetton de la mano de Flavio Briatore, antes de su arrollador periplo en Ferrari. Lo mismo que Fernando Alonso y su doblete con Renault en 2005 y 2006, antes del sonado fichaje por McLaren. Y ahora el alemán, a punto de su conseguir el segundo título, mira con admiración al escudo del cavallino.
No es Vettel de los pilotos que más gana, si bien no se trate de una cuestión puramente de dinero._Se trata más de prestigio y tradición; el peso de una marca y todo eso que tanto ha repetido Alonso desde que llegó a Ferrari. «Sin Red Bull no habría llegado aquí, les debo mucho. Pero uno nunca sabe lo que pasará en el futuro. Ya veremos», insinuó misterioso Vettel tras la carrera de ayer.
Veía el alemán desde el podio la recta de meta repleta de banderas de Ferrari y una multitud entregada a toda la cultura que representa la escudería. «Me puedo imaginar lo que sintió Alonso el año pasado. Se lo comenté a Button en el podio. La única forma de que toda esa gente te aprecie es vistiendo sus colores». Así que Vettel prepara el camino para cuando el ciclo de Red Bull termine. No será hoy ni mañana. Todavía es joven (23 años) y es seguro que seguirá en el equipo de moda la próxima temporada y tendrá también un coche ganador porque el reglamento es una continuación del que rige en la actualidad.
Pero el alemán vive desde hace años señalado en su tierra como el sucesor de Schumacher. Y sus números le colocan ya que entre nombre ilustres en los listados históricos de victorias y poles. Le queda pendiente un asunto doméstico. Explicar en Red Bull el repentino amor a Ferrari que le entró en el podio de Monza.
